Las puertas
de la cárcel se abrieron para Eva Fernández.
Lina estaba
viva, Alberto estaba sano, ella no tenía antecedentes penales y alguien, aún no
sabía quién, había pagado una cuantiosa fianza por ella, de modo que ahora
pisaba la calle por primera vez desde que entró y se preguntaba como la
recibiría el mundo en general.
Miró a
sus padres con una tímida sonrisa; les había fallado totalmente, lo sabía, y
prueba de ello es que su padre la miraba serio, pero su madre le sonrió en
seguida.
Entonces
ambas se fundieron en un cálido abrazo.
- Por fin
Eva, que bien que ya estés aquí.
- Yo también
me alegro mamá.
Luego miró a
su padre insegura.
- Hola papá,
estoy aquí, ¿no… no vas a darme un abrazo? Os he echado mucho de menos.
Su padre la
estrechó contra sí.
- Por
supuesto que voy a abrazarte hija, nosotros también te hemos echado muchísimo
de menos, no sabes cuánto.
- Bueno y…
¿quién pagó mi fianza? Porque sé que vosotros no podíais, -quiso saber Eva.
- Fue una
sorpresa para nosotros, porque no nos lo esperábamos, -le dijo su padre, - pero
fue Don Ricardo Fernández, el abuelo de Lina. Ha sido… tremendamente generoso
por su parte y jamás se lo agradeceremos
lo bastante.
Sorprendida,
Eva se volvió y vio que el hombre estaba allí.
Sus ojos le
dirigieron una mirada seria, adusta y condenatoria.
************
Era de
noche, y una redonda luna llena se alzaba sobre el antiguo cementerio.
Atenea había
ido allí con unos conocidos. Al principio pensó que todo aquello no sería más
que una patochada, pero ahora las cosas estaban tomando un cariz que no le
gustaba nada.
Los chicos
se habían puesto unas túnicas negras, habían encendido unas velas y habían
pintado en el suelo con algo rojo, un círculo, y dentro del mismo, una estrella
de cinco puntas. Después la habían puesto justo en medio y ahora para terminar
de rematar la cosa, le ordenaban que se quitase la ropa.
- ¿Estáis de
coña?
- Es el
ritual, así que quítatela, -le dijeron.
Ella
insegura obedeció, y ellos comenzaron a danzar extrañamente mientras empezaban
a recitar alabanzas a Satanás.
Aquello no
le gustaba nada, -pensó Atenea nerviosa, y le gustó mucho menos cuando ellos le
dijeron que se tenía que desnudar por completo.
- Tú eres
nuestro sacrificio al gran Lucifer, él lo quiere así, de modo que te
poseeremos, te sacrificaremos y beberemos tu sangre. ¡Vamos! – le ordenó
imperiosamente uno de ellos.
El
extraño baile y las alabanzas a Satanás continuaron mientras Atenea se llenaba
de miedo. ¿Cómo era posible que aquello estuviera pasando en serio? Ellos
querían violarla y matarla, y hacían todo aquello nada menos que para Lucifer.
¿Qué hacer? Porque ni de coña pensaba desnudarse por completo y dejarse
sacrificar por aquel grupo de pirados satánicos.
Entonces sin
pensárselo dos veces y en vista de que estaban tan entusiasmados con sus
fúnebres cánticos, Atenea cogió su móvil y echó a correr todo lo rápidamente
que pudo.
La cuestión
era alejarse de aquel lugar y por supuesto que no la encontraran.
Oculta
tras unos árboles que había junto a la carretera, cogió el móvil y marcó el
número de Borja. Sabía que él era un buen chico y la ayudaría en aquellos
momentos.
Y
efectivamente pocos minutos después apareció junto con Alberto.
- Chiquilla,
¿qué haces así medio desnuda?- le dijo Borja.
Pero ella lo
abrazó sin mediar palabra.
- No sabes
cuánto me alegro de que hayáis venido, en serio, sois los mejores.
- ¿Pero qué
ocurrió?
- Pues que
quedé con un chico que conocía de la facultad y él se trajo a unos amigos.
Entonces me llevaron al antiguo cementerio, pintaron una estrella de cinco
puntas dentro de un círculo, encendieron velas, me pusieron en medio y me
dijeron que me desnudara. Querían que me quedara en bolas porque decían que me
iban a poseer y a sacrificar a Lucifer.
Borja y
Alberto se miraron, y luego este último se dirigió a ella.
- Atenea,
eso es un rito satánico, deben pertenecer a una secta. Tienes que tener mucho
cuidado y por supuesto no juntarte con ese tipo de gente.
- Yo
solo conocía a uno de ellos, tampoco es que fuéramos íntimos, pero él se trajo
a otros dos y…
- Escúchame
preciosa, -le dijo sinceramente y desde el corazón, - tu puedes ser gótica y
querer vestirte como lo haces, me parece perfecto si te gusta a ti, pero eres
una buena chica ¿sabes? Eres sincera, alegre y una buena amiga, así que no
vuelvas a juntarte con ese tipo de amistades ¿vale? No queremos que te pase
nada. Te necesitamos.
- Muchas
gracias por lo que me has dicho Alberto, te prometo que te haré caso.
- Así me
gusta.
Cuando por
fin llegaron a casa, él se quedó mirando como Atenea se iba a su cuarto a
cambiarse.
No quería
que le ocurriera nada en absoluto. Nerea murió de cáncer, Lina desapareció y la
creyeron muerta en el fondo del mar, su amado Iván se estrelló con el coche, y
Eva acabó en la cárcel, así que no, por nada del mundo quería que a aquella
chica le ocurriera algo malo.
- Alberto.
Borja se
dirigió a él una vez solos.
- Dime.
El otro lo
miró con sus ojos verdes.
- Me ha
encantado lo que le has dicho a Atenea. Ha sido precioso, en serio.
- Bah,
no tiene importancia, - contestó comenzando a alejarse.
Pero
entonces sorpresivamente Borja se acercó a él, lo cogió por la barbilla y sus
labios rozaron los suyos.
Pero
luego lo abrazó fuertemente contra sí y su boca besó la de Alberto con
intensidad.
E igual de
rápido que Borja lo había abrazado, él se separó con brusquedad.
- ¿Se puede
saber qué coño haces?
- Lo siento
Alberto, tranquilízate ¿vale?
- Déjame en
paz anda, - dijo dándole la espalda.
- Es que ha
sido tan emotivo y bonito lo que le has dicho a Atenea… Eres genial y muy
especial Alberto y… no he podido evitar desear besarte. Me… me gustas mucho.
Las palabras
de Borja lo dejaron cortado.
El otro se
fue a su cuarto y él se quedó allí pensativo.
Desde el
principio sospechó que le interesaba a Borja, sobre todo desde que lo buscó
para hablar de Iván y le confesó que también era homosexual, pero ahora se
preguntaba qué iba a hacer él en el futuro. Borja estaba muy bien y era un buen
tío, eso era indudable, pero no sentía nada por él y lo más importante, aún
amaba profundamente a Iván.
No podía
estar con alguien mientras su corazón latía y suspiraba aún por otro, aunque
ese otro ya no existiera.
Continuará
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