miércoles, 4 de mayo de 2016

Capítulo 4

Las puertas de la cárcel se abrieron para Eva Fernández.

Lina estaba viva, Alberto estaba sano, ella no tenía antecedentes penales y alguien, aún no sabía quién, había pagado una cuantiosa fianza por ella, de modo que ahora pisaba la calle por primera vez desde que entró y se preguntaba como la recibiría el mundo en general.


Miró a sus padres con una tímida sonrisa; les había fallado totalmente, lo sabía, y prueba de ello es que su padre la miraba serio, pero su madre le sonrió en seguida.


Entonces ambas se fundieron en un cálido abrazo.
- Por fin Eva, que bien que ya estés aquí.
- Yo también me alegro mamá.


Luego miró a su padre insegura.
- Hola papá, estoy aquí, ¿no… no vas a darme un abrazo? Os he echado mucho de menos.


Su padre la estrechó contra sí.
- Por supuesto que voy a abrazarte hija, nosotros también te hemos echado muchísimo de menos, no sabes cuánto.


- Bueno y… ¿quién pagó mi fianza? Porque sé que vosotros no podíais, -quiso saber Eva.
- Fue una sorpresa para nosotros, porque no nos lo esperábamos, -le dijo su padre, - pero fue Don Ricardo Fernández, el abuelo de Lina. Ha sido… tremendamente generoso por su parte y jamás  se lo agradeceremos lo bastante.


Sorprendida, Eva se volvió y vio que el hombre estaba allí.
Sus ojos le dirigieron una mirada seria, adusta y condenatoria.



************

Era de noche, y una redonda luna llena se alzaba sobre el antiguo cementerio.
Atenea había ido allí con unos conocidos. Al principio pensó que todo aquello no sería más que una patochada, pero ahora las cosas estaban tomando un cariz que no le gustaba nada.
Los chicos se habían puesto unas túnicas negras, habían encendido unas velas y habían pintado en el suelo con algo rojo, un círculo, y dentro del mismo, una estrella de cinco puntas. Después la habían puesto justo en medio y ahora para terminar de rematar la cosa, le ordenaban que se quitase la ropa.
- ¿Estáis de coña?
- Es el ritual, así que quítatela, -le dijeron.


Ella insegura obedeció, y ellos comenzaron a danzar extrañamente mientras empezaban a recitar alabanzas a Satanás.
Aquello no le gustaba nada, -pensó Atenea nerviosa, y le gustó mucho menos cuando ellos le dijeron que se tenía que desnudar por completo.
- Tú eres nuestro sacrificio al gran Lucifer, él lo quiere así, de modo que te poseeremos, te sacrificaremos y beberemos tu sangre. ¡Vamos! – le ordenó imperiosamente uno de ellos.


El extraño baile y las alabanzas a Satanás continuaron mientras Atenea se llenaba de miedo. ¿Cómo era posible que aquello estuviera pasando en serio? Ellos querían violarla y matarla, y hacían todo aquello nada menos que para Lucifer. ¿Qué hacer? Porque ni de coña pensaba desnudarse por completo y dejarse sacrificar por aquel grupo de pirados satánicos.


Entonces sin pensárselo dos veces y en vista de que estaban tan entusiasmados con sus fúnebres cánticos, Atenea cogió su móvil y echó a correr todo lo rápidamente que pudo.
La cuestión era alejarse de aquel lugar y por supuesto que no la encontraran.


Oculta tras unos árboles que había junto a la carretera, cogió el móvil y marcó el número de Borja. Sabía que él era un buen chico y la ayudaría en aquellos momentos.


Y efectivamente pocos minutos después apareció junto con Alberto.
- Chiquilla, ¿qué haces así medio desnuda?- le dijo Borja.
Pero ella lo abrazó sin mediar palabra.
- No sabes cuánto me alegro de que hayáis venido, en serio, sois los mejores.


- ¿Pero qué ocurrió?
- Pues que quedé con un chico que conocía de la facultad y él se trajo a unos amigos. Entonces me llevaron al antiguo cementerio, pintaron una estrella de cinco puntas dentro de un círculo, encendieron velas, me pusieron en medio y me dijeron que me desnudara. Querían que me quedara en bolas porque decían que me iban a poseer y a sacrificar a Lucifer.


Borja y Alberto se miraron, y luego este último se dirigió a ella.
- Atenea, eso es un rito satánico, deben pertenecer a una secta. Tienes que tener mucho cuidado y por supuesto no juntarte con ese tipo de gente.


- Yo solo conocía a uno de ellos, tampoco es que fuéramos íntimos, pero él se trajo a otros dos y…


- Escúchame preciosa, -le dijo sinceramente y desde el corazón, - tu puedes ser gótica y querer vestirte como lo haces, me parece perfecto si te gusta a ti, pero eres una buena chica ¿sabes? Eres sincera, alegre y una buena amiga, así que no vuelvas a juntarte con ese tipo de amistades ¿vale? No queremos que te pase nada. Te necesitamos.
- Muchas gracias por lo que me has dicho Alberto, te prometo que te haré caso.
- Así me gusta.


Cuando por fin llegaron a casa, él se quedó mirando como Atenea se iba a su cuarto a cambiarse.
No quería que le ocurriera nada en absoluto. Nerea murió de cáncer, Lina desapareció y la creyeron muerta en el fondo del mar, su amado Iván se estrelló con el coche, y Eva acabó en la cárcel, así que no, por nada del mundo quería que a aquella chica le ocurriera algo malo.


- Alberto.
Borja se dirigió a él una vez solos.
- Dime.
El otro lo miró con sus ojos verdes.
- Me ha encantado lo que le has dicho a Atenea. Ha sido precioso, en serio.


- Bah, no tiene importancia, - contestó comenzando a alejarse.


Pero entonces sorpresivamente Borja se acercó a él, lo cogió por la barbilla y sus labios rozaron los suyos.


Pero luego lo abrazó fuertemente contra sí y su boca besó la de Alberto con intensidad.


E igual de rápido que Borja lo había abrazado, él se separó con brusquedad.
- ¿Se puede saber qué coño haces?
- Lo siento Alberto, tranquilízate ¿vale?


- Déjame en paz anda, - dijo dándole la espalda.
- Es que ha sido tan emotivo y bonito lo que le has dicho a Atenea… Eres genial y muy especial Alberto y… no he podido evitar desear besarte. Me… me gustas mucho.


Las palabras de Borja lo dejaron cortado.
El otro se fue a su cuarto y él se quedó allí pensativo.
Desde el principio sospechó que le interesaba a Borja, sobre todo desde que lo buscó para hablar de Iván y le confesó que también era homosexual, pero ahora se preguntaba qué iba a hacer él en el futuro. Borja estaba muy bien y era un buen tío, eso era indudable, pero no sentía nada por él y lo más importante, aún amaba profundamente a Iván.
No podía estar con alguien mientras su corazón latía y suspiraba aún por otro, aunque ese otro ya no existiera.


Continuará

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