Gruñó terriblemente y de forma amenazante y Roberto pudo ver los dientes grandes y afilados de su boca.
Cuando Roberto fue consciente y se dio cuenta de que ella se había trasformado en una especie extraña, medio mujer medio loba o fiera terrible, se aterrorizó y empezó a temblar.
Aquella fortísima impresión pudo con el, y entonces cayó en el suelo mientras todo se nublaba y se volvía oscuro a su alrededor.
Inconsciente, quedó tendido en la hierba.
Inés, trasformada en aquella salvaje criatura, rodeó la fogata y se acercó a Roberto mientras gruñía como un perro lobo.
- Grrr, maldita sea... - murmuró, - se ha desmayado, siempre igual. ¡Roberto, despierta! - lo llamó con una voz grave que no parecía pertenecerle.
Roberto recuperó la consciencia y se puso de pié mirándola incrédulo y asombrado. Aquel ser no parecía la misma chica que lo había acompañado aquellas horas.
Entonces, con el miedo aún en el cuerpo, Roberto dio la vuelta y comenzó a huir de allí.
- ¡Roberto! ¡espera, ven
aquí! - lo llamó ella con aquella voz extraña.
Pero el no se detuvo. Siguió
corriendo hasta coger su coche y largarse de allí.
Cuando llegó a casa entró como una tromba en el
salón. Cristina, sentada en el sofá, veía la tele sola y en camisón.
- Roberto, ¿que te pasa? ¿estás bien? - ella
preocupada se puso de pié al verlo llegar.
El terror mas absoluto aún se
dibujaba en su rostro.
- Roberto, me estás
asustando. ¿Te ha pasado algo?
- Oh Cristina, si te lo
cuento no te lo vas a creer, pero es cierto, lo juro.
- No digas tonterías, por
supuesto que te creeré. Dime que te ha ocurrido.
- Yo... llegué al campo y,
mientras pescaba llegó Inés, una chica muy simpática. Como yo solo llevaba mi
saco de dormir, ella compartió su picnic conmigo. Jugamos, charlamos, nos
reímos... lo estábamos pasando muy bien.
- Pero entonces ella se puso
de pié y se transformó en una criatura extraña, una especie de mujer loba, te
lo juro. Le salió pelo por todo el cuerpo, le crecieron los dientes, las
orejas, las uñas, que parecían garras...
Fue horrible Cristina.
- ¿En serio dices que le pasó
todo eso?
- Te juro que no te miento,
es todo cierto.
- Joder, una mujer loba... -
dijo pensativa, - yo pensé que no existían.
- Yo también, por eso cuando la vi trasformarse
delante mía, me aterroricé y... me desmayé. Y luego salí huyendo de allí. Soy
un mierda Cristina, - concluyó apesadumbrado.
- No eres ningún mierda
Roberto. Te aseguro que si eso me llega a pesar a mi, me da un síncope. Además,
hiciste muy bien en huir. ¿Quien sabe lo que te hubiera hecho?
- ¿Tu crees? Oh Dios, todavía
tengo el miedo en el cuerpo. No voy a poder dormir y si lo hago tendré
pesadillas.
Entonces Cristina lo atrajo
hacia sí y ambos se abrazaron.
- Ven aquí cariño,
tranquilízate, ya estás en casa y todo va a ir bien.
- Oh Cristina, después de la
experiencia que he tenido, es un consuelo volver a casa y encontrarte a ti,
poder hablar contigo, estar entre tus brazos...
- Siempre estaré aquí para ti,
- murmuró ella en su oído, - me encanta que hayas compartido conmigo todo lo
que te ha pasado. ¿Estás ya mas tranquilo?
- Si, - dijo separándose y
mirándose ambos desde cerca, - pero no puedo dejar de pensar que fui un mierda,
un cobarde.
- No Roberto, tu reacción fue
lógica. Tu no eres ningún cobarde, eres dulce, tierno, fiel... y muy cabezota,
pero a mi me encanta como eres.
Los dos se miraron en
silencio a los ojos, parecieron hablar un lenguaje mudo y oculto.
Después Roberto la abrazó de nuevo y la estrechó
fuertemente contra sí mientras la acariciaba posesivo. Sentía su cuerpo tibio
pegado al suyo, tan sensual, tan cálido y acogedor.
Cortados y quizás algo
nerviosos, se separaron y quedaron mirándose el uno al otro. Roberto estaba
pensando seriamente en acercarse y besarla en la boca con toda la pasión que
sentía, cuando se escuchó una voz.
- Cristina, - dijo su padre
apareciendo al fondo proveniente de su dormitorio, - estaba escuchando voces
y... ah, que eres tu Roberto, - dijo al verlo. - No sabía que habías vuelto.
Roberto no pudo evitar corresponderle torciendo el
gesto con una cara de enfado. Acababa de joder una ocasión única. Maldita
sea...
- Ya me voy a acostar Eduardo, - dijo Cristina
dirigiéndose hacia donde estaba el, - estoy muy cansada. Buenas noches Roberto,
que descanses, - le dijo.
Roberto, serio, se dirigió a su dormitorio.
Sería mejor acostarse y dormir para olvidar, bueno,
si es que no tenía pesadillas con Inés, claro está.
Pero antes de quedarse dormido, lo único que le
preocupaba no era la extraña experiencia que había vivido, sino el pensar que
en aquellos instantes Cristina estaba en el lecho con su padre, y no junto a
el.
Continuará
No hay comentarios:
Publicar un comentario