martes, 14 de julio de 2015

Capítulo 12

Una chica morena y atractiva se acercó a donde el estaba.


Roberto siguió pescando, pero le dio la impresión de que ella era de las que está mas habituada a estar en el campo con ropa cómoda y de sport, que vistiendo modelitos y yendo de compras.


- Vaya, se te ha escapado el pez ¿verdad? Ese era bastante escurridizo, - le dijo ella acercándose a el.

- Maldita sea... - murmuró Roberto fastidiado, - pues si, se me escapó el muy...


- Perdona, - añadió volviéndose hacia ella, - me llamo Roberto.


- Yo Inés, encantada, y he venido al campo a pasar el fin de semana.


- Vaya, yo también, lo que pasa es que por circunstancias he salido corriendo y solo he traído mi saco de dormir.


- No te preocupes. Ven, mira, yo he traído de todo, - dijo ella llevándolo hasta donde estaba montada su tienda de campaña. Junto a ella estaba el saco de dormir y una mochilla llena de cosas.
- Bueno, eres una chica previsora, - comentó Roberto, - esto es lo que se dice venir al campo bien preparada.


- Si quieres puedes dormir conmigo en mi tienda de campaña. Te puedes tapar con tu saco de dormir, aunque te advierto que el mío nos tapará a los dos. Hay sitio suficiente para dormir ambos e incluso echar un buen polvo si quisiéramos.
Al oír aquello dicho con tanta naturalidad y mientras ella sonreía como si nada, Roberto comenzó a toser como un desesperado; casi se ahoga con su propia saliva.


- Ven, vamos, - le dijo ella resuelta, - ¿tienes hambre? He traído un picnic.
- Jo, no se te ha olvidado nada, - dijo Roberto siguiéndola.


- A mi nunca. Tengo comida suficiente para los dos, un botiquín e incluso condones. Sírvete Roberto.


Mientras Inés sacaba un perrito caliente y comenzaba a comérselo con buen apetito, el aún estaba sin palabras. El desparpajo de aquella mujer era increíble y solo comparable al de Alonso. Roberto pensó que si hubiera venido habría flipado con aquella chica.


Segundos después comía una hamburguesa.
- ¿Está buena? ¿te gusta? - quiso saber ella.
- Uy si, está buenísima, gracias.


- Y yo que salí corriendo de casa y pensé que estaría completamente solo este fin de semana... - añadió el pensativo.
- Vaya, ¿en serio?


- Ha debido pasarte algo para que salieras corriendo de tu casa y apenas cogieras lo necesario.


- Bueno, - suspiró, - es algo triste y patético, casi increíble. La mujer que me interesa está con mi padre.


- ¿Has escuchado algo mas patético que eso?
- Bueno, la verdad es que es algo difícil de digerir, - dijo ella pensativa, - pero si está con el y le interesa, tu no tienes nada que hacer, y seguir dándole vueltas es perder el tiempo.


- ¿Por qué no te olvidas este fin de semana de todo eso y disfrutas? - sonrió tratando de animarlo. - Anda ven, te reto a una batalla de globos de agua.


- Vale, - accedió el poniéndose en posición, - pero te advierto que tengo una puntería increíble.


- No flipes chaval. Me voy a reír en tu cara cuando te tire de culo, - se reía ella haciéndole burlas de broma.


- Ahí va la primera, - anunció Inés, - ¿preparado?
- Bla bla bla, mucho ruido y pocas nueces.


Pero un segundo después el globo de agua le daba de lleno.
- Joder, pero si sabe tirar y todo.


- Me has dejado perdido de agua, pero ahora te vas a enterar.


- ¿Estás preparada?
- Bah, no me darías ni aunque me tuvieras a un paso, - se burló ella con autosuficiencia.


Pero un momento después Inés estaba en el suelo.
- Mecachis... Al final va a ser verdad que no eres solo un bocazas.


Entonces de pronto sonó el móvil de Roberto.
- Si, - respondió serio sabiendo que lo llamaban desde casa.
- Roberto, - dijo la voz de su padre, - ¿donde estás? Te has ido tan de repente y sin decir ni a donde ibas...
- Ya, pues estoy en el campo, pasando el fin de semana.
- Roberto escucha, ¿por qué no vuelves? Cristina...


- Lo siento, - lo interrumpió el, - pero dile a Cristina que se consuele contigo, que para eso te tiene. Hasta mañana.


Y dicho esto colgó y guardó el móvil.


Inés, que había permanecido mas allá en silencio, se le acercó por detrás.
- ¿Todo bien?
- Si, bueno... mas o menos.


- Anda ven, vamos a asar unas nubes Roberto, - le propuso ella precediéndolo hasta el sitio.


Mientras Inés encendía el fuego, el se quedó abstraído; aquella llamada de su padre le había hecho recordar a Cristina, y también el hecho de que ella estaba con su progenitor.


- ¿Quien te llamó Roberto? Porque ha conseguido que te vengas de nuevo abajo, - le dijo ella.
- Era... mi padre. Quería que volviera a casa, y ha hecho que me acuerde de...


- Ya, de esa mujer. Ya se que nos acabamos de conocer Roberto, pero cualquier mujer que prefiera estar con tu padre a estar contigo, es que o es tonta, o no te merece. Creo que eres un buen tío, y además muy guapo y vales un montón, y ella debería verlo.


- Venga, ánimo, - añadió ella, - vamos a asar unas nubes. Ya verás que ricas están.
Roberto se quedó unos instantes pensativo mirando hipnóticamente las llamas. Lo que le acababa de decir ella le había hecho reflexionar.


- Oye Inés, - le dijo el comenzando a asar unas nubes, - ¿eres mi ángel de la guarda disfrazado de excursionista?
Ella sonrió.
- No, no tengo alas, lo siento. Soy una simple excursionista.


- Pues para mi hoy has sido mi ángel guardián. Si no fuera por ti, ahora mismo estaría aquí solo y muerto de asco. Muchas gracias Inés.


- De nada. ¡Ah, Dios, se me quemaron, joder!


- ¿No decías que eras una experta en esto de las acampadas?, - la miró con algo de ironía.


- Y lo soy, pero ahora me las tendré que tomar chamuscadas, - dijo mirándolas con cara de asco.


Entonces de pronto ella soltó las nubes quemadas y se puso de pié.
- ¿Que pasa Inés? Como me digas que también has traído una guitarra y que vamos a cantar canciones a la luz de la fogata, te doy un premio.
Pero ella no contestó.
- Inés, ¿te pasa algo? ¿estás bien?


Continuará

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