El la invitaba a comer, o a
cenar, iban al cine, daban grandes paseos y Eduardo tenía múltiples detalles
con ella, y además charlaban mucho.
¿De verdad ella prefería la
compañía de alguien mayor a estar con el, por ejemplo?
Aquel día, Roberto los vio regresar de Dios sabía donde,
charlaron de lo que habían hecho y, cuando vio como ambos se abrazaban, llegó a
la conclusión de que había llegado al límite de su paciencia.
De modo que se puso de pie dispuesto a irse a su
cuarto. Cristina entonces lo miró ansiosa.
Pero el apretó los labios y los miró enfadado y
dolido. No podía soportar ver por mas tiempo aquellos abrazos, aquel cariño que
de continuo su padre le prodigaba.
Sin dejar de mirar como Eduardo volvía a
monopolizarla, Roberto cruzó la entrada y se dirigió a su dormitorio.
Era sábado, tenía el resto del día y todo el
domingo por delante, así que se cambiaría de ropa y se iría al campo, por ahí a
pescar y a pasar el fin de semana en plena naturaleza.
Momentos después, ya
cambiado, se dirigió a la puerta.
- Roberto, ¿te vas? - le dijo
Cristina al pasar.
- Hasta luego, - dijo
solamente al tiempo de cerrar la puerta, - que lo paséis bien.
- Joder Lidia, me parece
mentira que por fin estés aquí conmigo, que te tenga ante mi en todo tu
esplendor, - le dijo entusiasmado Alonso a su compañera Lidia.
Ambos estaban en su
dormitorio, en la casa de el.
- Vamos Alonso, que no es la
primera vez que le ves las tetas a una mujer.
- Si pero como las tuyas
ninguna. Mira como me estás poniendo, cachondo perdido.
- Anda ven aquí, abrázame...
- Alonso, espera.
El la miró desde cerca.
- ¿No quieres hacer el amor
conmigo o qué?
- Si es hacer el amor... pues
si.
Entonces Alonso besó apretadamente sus labios.
E instantes después ambos abrían las bocas y se
besaban profunda e intensamente.
- Oh Lidia, me vuelves
loco... - las manos de Alonso corrían por el cuerpo femenino, e incluso sus
dedos acariciaron y pellizcaron sus pezones.
- Alonso, eres tan guapo, y
sabes tan bien...
- ¿Quieres saborearme todo
entero?
Ella rió coqueta al entender
la insinuación.
- Pues claro tonto, quiero
comértela toda entera.
Las manos masculinas descendieron hacia las nalgas
de ella y las acarició posesivamente bajo las braguitas hasta llegar a su
centro.
Con un gemido incontenible, ambos se besaron de
nuevo apasionadamente.
- Ah, Alonso, que forma de
besar mas... alucinante. Me has puesto a 100.
- Pues esto no ha hecho mas
que empezar. Anda, vamos a la cama.
- Te voy a meter de todo
menos miedo.
Lidia rió.
- Que burro eres cariño.
- Hum, eso de cariño me
gusta, - Alonso casi se echó encima de ella.
- ¿Y te gusta que te toque el
culo también? - preguntó ella con humor mientras descendía su mano.
El la besó posesivamente de
nuevo.
- Tócame todo lo que quieras,
- dijo con voz roncamente apasionada.
Ambos siguieron acariciándose
y besándose desinhibidos hasta que de pronto de escuchó el timbre de la puerta.
- Vaya por Dios, - refunfuñó
Alonso, - no te enfríes que vuelvo en seguida ¿vale? ¿Quién demonios será
ahora?
Roberto llegó a casa de
Alonso y llamó al timbre de la puerta.
Ojala esté en casa, - pensó.
Y efectivamente estaba. Este
apareció en la puerta vestido únicamente con un escueto slip, que amenazaba seriamente
con estallar si se veía forzado durante mucho mas tiempo a contener aquella
erección.
- Vaya, tenías que ser tu, -
dijo Alonso.
- Buenas ¿eh? Interrumpo algo ¿no? por preguntar, -
dijo Roberto.
- Mas que interrumpir acabas de cometer un delito;
iba a echar el polvo de mi vida, tío.
- Anda, pasa y siéntate, - le
dijo Alonso precediéndolo hasta el salón.
- Si quieres me voy para que
sigas con la faena, torero.
- Aún no iba a entrar a
matar, así que no te preocupes. ¿Que se te ofrece?
- Alonso, cuando te cuente
por lo que estoy pasando, no te lo vas a creer.
- ¿El qué?
- ¿Sabes con quien está
viviendo la nueva jefa?
- No conozco su curriculum
amatorio Roberto.
- Pues nada menos que con mi
padre.
- ¿Te estás quedando conmigo,
chaval?
- No Alonso, en serio. Y el
caso es que... antes de que supiera que iba a ser la jefa, la vi en el lago de
pesca y... nos besamos.
- O sea, que te colaste ¿no?
Y ahora estarás celoso perdido.
Roberto lo miró serio.
- No quiero hablar de eso
Alonso. Yo... me voy a pasar el fin de semana al campo. Por eso vine, por si te
querías venir conmigo, pero ya veo que tienes un plan, no te preocupes.
- Claro que te tengo un plan,
y un plan mucho mejor que el tuyo por cierto.
- ¿Que quieres decir?
- Roberto, en mi dormitorio
está nada menos que Lidia, y además desnuda y disponible. ¿Te quieres quedar
con nosotros y que follemos los tres juntos?
Continuará
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