miércoles, 8 de julio de 2015

Capítulo 10

El tiempo comenzó a pasar, y a pesar de ver asiduamente a su padre y a Cristina salir y entrar, Roberto no se acostumbraba.


El la invitaba a comer, o a cenar, iban al cine, daban grandes paseos y Eduardo tenía múltiples detalles con ella, y además charlaban mucho.

¿De verdad ella prefería la compañía de alguien mayor a estar con el, por ejemplo?


Aquel día, Roberto los vio regresar de Dios sabía donde, charlaron de lo que habían hecho y, cuando vio como ambos se abrazaban, llegó a la conclusión de que había llegado al límite de su paciencia.


De modo que se puso de pie dispuesto a irse a su cuarto. Cristina entonces lo miró ansiosa.


Pero el apretó los labios y los miró enfadado y dolido. No podía soportar ver por mas tiempo aquellos abrazos, aquel cariño que de continuo su padre le prodigaba.


Sin dejar de mirar como Eduardo volvía a monopolizarla, Roberto cruzó la entrada y se dirigió a su dormitorio.


Era sábado, tenía el resto del día y todo el domingo por delante, así que se cambiaría de ropa y se iría al campo, por ahí a pescar y a pasar el fin de semana en plena naturaleza.


Momentos después, ya cambiado, se dirigió a la puerta.
- Roberto, ¿te vas? - le dijo Cristina al pasar.
- Hasta luego, - dijo solamente al tiempo de cerrar la puerta, - que lo paséis bien.


- Joder Lidia, me parece mentira que por fin estés aquí conmigo, que te tenga ante mi en todo tu esplendor, - le dijo entusiasmado Alonso a su compañera Lidia.
Ambos estaban en su dormitorio, en la casa de el.


- Vamos Alonso, que no es la primera vez que le ves las tetas a una mujer.
- Si pero como las tuyas ninguna. Mira como me estás poniendo, cachondo perdido.


- Anda ven aquí, abrázame...
- Alonso, espera.


El la miró desde cerca.
- ¿No quieres hacer el amor conmigo o qué?
- Si es hacer el amor... pues si.


Entonces Alonso besó apretadamente sus labios.


E instantes después ambos abrían las bocas y se besaban profunda e intensamente.


- Oh Lidia, me vuelves loco... - las manos de Alonso corrían por el cuerpo femenino, e incluso sus dedos acariciaron y pellizcaron sus pezones.
- Alonso, eres tan guapo, y sabes tan bien...
- ¿Quieres saborearme todo entero?
Ella rió coqueta al entender la insinuación.
- Pues claro tonto, quiero comértela toda entera.


Las manos masculinas descendieron hacia las nalgas de ella y las acarició posesivamente bajo las braguitas hasta llegar a su centro.


Con un gemido incontenible, ambos se besaron de nuevo apasionadamente.


- Ah, Alonso, que forma de besar mas... alucinante. Me has puesto a 100.
- Pues esto no ha hecho mas que empezar. Anda, vamos a la cama.


- Te voy a meter de todo menos miedo.
Lidia rió.
- Que burro eres cariño.


- Hum, eso de cariño me gusta, - Alonso casi se echó encima de ella.
- ¿Y te gusta que te toque el culo también? - preguntó ella con humor mientras descendía su mano.


El la besó posesivamente de nuevo.
- Tócame todo lo que quieras, - dijo con voz roncamente apasionada.


Ambos siguieron acariciándose y besándose desinhibidos hasta que de pronto de escuchó el timbre de la puerta.
- Vaya por Dios, - refunfuñó Alonso, - no te enfríes que vuelvo en seguida ¿vale? ¿Quién demonios será ahora?


Roberto llegó a casa de Alonso y llamó al timbre de la puerta.
Ojala esté en casa, - pensó.


Y efectivamente estaba. Este apareció en la puerta vestido únicamente con un escueto slip, que amenazaba seriamente con estallar si se veía forzado durante mucho mas tiempo a contener aquella erección.
- Vaya, tenías que ser tu, - dijo Alonso.


- Buenas ¿eh? Interrumpo algo ¿no? por preguntar, - dijo Roberto.


- Mas que interrumpir acabas de cometer un delito; iba a echar el polvo de mi vida, tío.


- Anda, pasa y siéntate, - le dijo Alonso precediéndolo hasta el salón.
- Si quieres me voy para que sigas con la faena, torero.
- Aún no iba a entrar a matar, así que no te preocupes. ¿Que se te ofrece?


- Alonso, cuando te cuente por lo que estoy pasando, no te lo vas a creer.
- ¿El qué?
- ¿Sabes con quien está viviendo la nueva jefa?
- No conozco su curriculum amatorio Roberto.
- Pues nada menos que con mi padre.


- ¿Te estás quedando conmigo, chaval?
- No Alonso, en serio. Y el caso es que... antes de que supiera que iba a ser la jefa, la vi en el lago de pesca y... nos besamos.
- O sea, que te colaste ¿no? Y ahora estarás celoso perdido.
Roberto lo miró serio.
- No quiero hablar de eso Alonso. Yo... me voy a pasar el fin de semana al campo. Por eso vine, por si te querías venir conmigo, pero ya veo que tienes un plan, no te preocupes.


- Claro que te tengo un plan, y un plan mucho mejor que el tuyo por cierto.
- ¿Que quieres decir?
- Roberto, en mi dormitorio está nada menos que Lidia, y además desnuda y disponible. ¿Te quieres quedar con nosotros y que follemos los tres juntos?


Continuará

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