miércoles, 11 de noviembre de 2020

Capítulo 19

 Abel se sentía hundido y no tenía ganas de nada.

Llevaba dos o tres días así, haciendo las cosas por inercia, yendo a trabajar porque era lo que tenía que hacer, pero su cabeza estaba en otro sitio, y eso lo notaban tanto su madre como su hermana.

Desde el momento que aquel cabrón de su novio arrebató de su lado a Virginia, la vida para él ya no había vuelto a ser la misma. Acudió a la madre de ella para suplicarle su ayuda, pero Abel no estaba seguro de si podría hacer algo o no, como tampoco estaba seguro ya de que ella estuviera sana y en condiciones, y más al lado de aquel psicópata maltratador.


- Cariño, - su madre se le acercó, - tienes una visita.

- No tengo ganas de ver a nadie mamá.


- A ésta persona sí tienes ganas de verla Abel, te lo aseguro, - sonrió.

Él no entendía lo que su madre quería decir.


Pero entonces ella se echó a un lado, y ante sus incrédulos ojos vio entrar nada menos que a Virginia. Su corazón parecía querer salírsele del pecho de repente.


Abel echó a correr hacia ella y ambos se abrazaron fuertemente, como si les faltara la vida.

- Virginia, mi amor, ¿estás bien? ¿Te hizo algo? He estado muerto de preocupación.

- Me encerró en casa y me insultó, pero ya todo ha terminado.


- ¿Todo ha terminado? – le preguntó él sin atreverse a hacerse ilusiones por si acaso, - ¿qué quieres decir con eso?

- Mi madre llamó a mi padre que es comisario de policía. Su pareja actual es abogada y han investigado a César. Otras mujeres lo habían denunciado, pero él les pagó para que retiraran la denuncia, e incluso una mujer con la que vivió dos años murió en extrañas circunstancias, y ahora van a reabrir el caso. Lo han encerrado y dice mi padre que lo más seguro es que se pase muchos años a la sombra. ¡Soy libre Abel!

- Por fin mi vida, por fin.


Ambos impulsivamente se abrazaron y se besaron ansiosos, con el deseo y la desesperación que da el haber estado separados sin saber si volverían a reunirse o no.


Después ella se acercó a Emma, la madre de Abel.

- Así que tú eres la famosa Virginia de la que tanto ha hablado mi hijo toda su vida. Por fin te conozco hija. Eres guapísima.

- Muchísimas gracias, de todo corazón.


Tal vez fuera por los recientes acontecimientos, pero el caso es que Virginia abrazó a la madre de Abel y la estrechó cariñosamente contra ella.

- Gracias por todo, Emma.

- ¿Por qué? Yo no he hecho nada.


- Sí has hecho, y mucho además. Me has dado a tu hijo, que es un hombre maravilloso, increíble, y sin el cual yo no podría ser feliz. Por eso y por todo, de nuevo gracias.


Abel las miró sonriente pero profundamente emocionado.

Ahí estaban las dos mujeres de su vida, juntas, y Virginia por fin completamente libre, libre para amar, para vivir, libre del miedo, los insultos, los golpes, y libre de un posible futuro funesto que siempre planeó sobre sus cabezas.


Algunos meses después, Abel fue a recoger a Virginia a la salida de clase.

Finalmente se había matriculado en la carrera de arte, y ahora ambos vivían en un apartamento alquilado para poder estar más cerca del campus. Las vacaciones habían llegado por fin después de un largo tiempo de esfuerzo y ambos estaban deseando relajarse y disfrutar.


Tras abrazarse, ella comenzó a hablarle de los exámenes y del buen resultado de ellos.


- Cuánto me alegro cariño. Sabía que valías para esto y que eras una artista, - le dijo él convencido.


- Aún no me han dado las notas Abel, no sé si…

- Venga ya, estoy seguro que las aprobarás todas. Y ahora para celebrar eso y las vacaciones, ¿qué te parece si nos vamos a la casa de la playa?

- ¡Sí! Sí por favor Abel; allí fui muy feliz cuando me llevaste la primera vez.


- Así me relajaré antes de que llegue el día del juicio.

- ¿El juicio por lo de tu ex?

- Sí. Será dentro de mes y medio. Al final han conseguido pruebas que demuestran que con esa tal Marta Herrera se le fue la mano demasiado y…

- Y la mató, el muy hijo de puta. Ese era el constante miedo que yo tenía nena.

- Lo sé, pude haber sido yo, - comentó seria. - Según dice Iris, la mujer de mi padre, se va a pasar muchos años encerrado.

- Con lo cual nos sentiremos más seguros y relajados. Por cierto, hablando de… gente del pasado, - le dijo Abel, - Berta ha vuelto a llamarme por enésima vez.

- ¿Otra vez esa pesada?

- Sí, de nuevo pidiéndome perdón y rogándome que vuelva con ella.

- Bueno, ¿y qué le has dicho?, - Virginia aún tenía miedo de que él volviera con ella y lo suyo acabara en nada. Al fin y al cabo solo eran una pareja de novios que viven juntos, no había un compromiso más formal ni planes de futuro.

- Con lo que le he dicho, seguro que ya no me vuelve a llamar ni a suplicar, - repuso él muy convencido.

- Pero… dime qué le has dicho, - insistió.

- Vámonos. En la casa de la playa te lo diré.


Ya era de noche cuando, tras conducir durante varias horas, llegaron a la casa de la playa.


- Bueno, pues ya estamos aquí, - dijo Abel reflexivo mientras observaba la vivienda.

- Cuántos recuerdos ¿verdad?

- Sí, y no todos buenos, concretamente cuando vi a ese tío entrar por la puerta y luego llevarte con él sin que yo pudiera evitarlo.

- Olvídalo cariño, ahora que volvemos a estar aquí, crearemos recuerdos nuevos y muchísimo más agradables que ese, ya lo verás.


Entonces, en cuanto entraron en la casa, Abel se arrodilló ante Virginia.

- Mi amor, ¿qué haces?

- Querías saber lo que le he dicho a Berta ¿no?

- Sí claro, - contestó nerviosa.


- Pues esto es lo que le he dicho: Virginia, tú eres el amor de mi vida, tú has sido siempre el motor de mi existencia, la chica de mis sueños, mi felicidad soñada, y cuando fuiste mía por primera vez, aquí en esta casa, creí tocar las estrellas, así que… mi mayor deseo ahora es… unirme para siempre a ti. Cariño, ¿quieres casarte conmigo, ser mi esposa, mi amiga, mi amante y la madre de mis hijos?

- Oh, Dios mío, no me lo puedo creer… - dijo emocionada.


- Pues claro que quiero Abel, es lo que más deseo. ¡Qué anillo más bonito por favor!


- ¿Te gusta? – le preguntó él.

- Por supuesto que sí, es una preciosidad. Mira qué bien me queda.


Impulsivos, ambos se besaron deseosos. Sus sueños y anhelos se estaban cumpliendo.


- Gracias… por todo esto Abel. Cuando creo que ya no me vas a sorprender más, vuelves a hacerlo. He… he pasado mucho miedo ¿sabes?

- ¿Pero miedo por qué, cariño?

- Berta ha estado detrás tuya y… siempre temía que tú… me dejaras y… volvieras con ella. Desde que me reencontré contigo y he sabido por fin lo que es un hombre cariñoso, dulce y atento… he comprendido que… te quiero cada día más y… no quiero perderte nunca, nunca Abel.

- Nena, mi cielo, tú eres mi único amor desde siempre, y eso Berta lo sabe. Jamás te dejaría y menos para irme con ella. Si no hubiera sido porque ella habló con tu ex, él jamás te habría encontrado aquí.

- Que tú te crees; ese habría sido capaz de contratar a un detective privado.

- Olvidémoslo. Ahora lo que quiero hacer es celebrar nuestro compromiso.

- ¿Cómo?

- Continuando lo que dejamos a medias aquel día, ¿te acuerdas?


Momentos después, ambos desnudos sobre la cama, se fundían en uno solo entre caricias y besos interminables.


- Tómame Virginia, soy tuyo para siempre, lo sabes, así que nunca vuelvas a tener miedo mi cielo. Voy a hacerte feliz cada día del resto de nuestra vida, te lo prometo.

- Mi vida, mi tesoro, te amo…

- Y yo a ti…  



FIN

4 comentarios:

  1. Qué bonito por Dios, me he emocionado muchísimo. Me ha encantado la historia, desde el principio al fin.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Merche. Me alegro mucho que te haya gustado.

      Eliminar
  2. Me ha encantado la historia titaaa!♥️♥️♥️♥️

    ResponderEliminar
  3. Awwww, me la he leído del tirón esta también. Me ha encantado todo!! Un final precioso para una historia preciosa. Me gusta mucho como escribes, se hace muy ameno leer y te engancha desde el primer momento, ¡Felicidades!

    ResponderEliminar