La vida era una horrible
pesadilla.
Era como un lodo pantanoso
que se hundía a sus pies irremediablemente.
Helen, parada en medio del salón de la casa de
Nelson, tenía los ojos llenos de lágrimas que no podía dejar de derramar.
Tras encontrar muerto a David llegó Nelson, y
momentos después apareció la policía y el forense. Efectivamente y tal y como
ella supusiera, David había sido estrangulado por alguien. Aún no se había
repuesto de la impresión que supuso el saber aquello cuando la interrogaron en
la comisaría, y ella, siempre sincera, afirmó que no había estado en casa ni
esa noche pasada ni el día anterior. Al ser preguntada sobre donde había
estado, ella tuvo que nombrar a Nelson, aunque le daba vergüenza reconocer que
tenía un amante.
Y después de aquello
detuvieron a Nelson por ser sospechoso del crimen. Ella, al no haber estado en
casa y al haber llamado en seguida a la policía, quedó libre y fuera de toda
sospecha.
Helen sollozó recordando como
el le había dado las llaves de su casa antes de que se lo llevaran. Después la
besó apretadamente en la boca y le dijo:
- Toma mis llaves y quédate
en mi casa si quieres, y... si me condenan y no vuelvo, siéntete libre de hacer
tu vida con alguien que te quiera como mereces.
- ¡No Nel, nooo! - le había
gritado mientras se lo llevaban, - ¡yo te esperaré mi vida, siempre!
Helen trató de limpiarse las
lagrimas que no dejaban de caer.
Aquello no podía estar
pasando. ¿Como se les había ocurrido detener a Nelson y creerlo sospechoso?
¿por el simple hecho de ser su amante ya era culpable? ¿Donde tenía aquella
gente la sesera?
Helen, sintiéndose
inmensamente triste y sola en aquella casa, miró las rosas rojas que tanto le
gustaban a el.
Nelson ya era su vida, su
amor. No quería ni podía vivir sin el.
Abatida se echó en el sofá y trató de relajarse y
dormir, pero lo veía imposible.
Momentos después llamaron a
la puerta y al abrir, para su sorpresa, se encontró a Frank ante ella.
- Frank...
- Hola Helen.
Ella iba a echarse a llorar de
nuevo pero el la abrazó y besó cariñoso su frente.
- Eh, tranquila cariño, no me
llores que todo se solucionará.
- Han detenido a Nelson, Frank. Me siento
perdida... - se lamentó.
- Te has colado por ese
hombre y es normal, pero no te preocupes que todo se arreglará.
- Pero es que están todos
locos Frank. ¿Solo por estar conmigo ya es culpable?
El la miró desde cerca y
acarició su mejilla.
- Quizás es lo primero que
piensa la policía y tienen que hacer sus averiguaciones. Ven, vamos a sentarnos
y a charlar tranquilamente ¿te parece?
- Vale.
- Bueno, dime que pasó.
- Nada, yo llamé a la policía
y a Nelson cuando me encontré muerto a David. La culpa es mía por haber dicho
que... tengo una relación con el.
- Eh, tu no tienes culpa de nada Helen, tu fuiste
franca y sincera y dijiste lo que había, la verdad, por eso estás libre.
- Ya, pero podría haberme callado y a estas horas
el no estaría donde está. Soy una bocazas.
- De pensar que el está ahora allí encerrado... Y
todo por algo que no ha hecho.
- Pasaste aquí con el las dos
noches pasadas y el día de ayer ¿verdad? - le preguntó el.
- Si, fue increíble y
maravilloso, - contestó recordando.
- Es todo un semental ¿eh?
- Déjate de rollos ahora
Frank.
- Tranquila mujer, solo
estaba bromeando para que te relajaras.
Helen suspiró.
- Y pensar que iba a hablar
con David para decirle que quería la separación...
- Pues ya te has separado.
Definitivamente además.
- Vamos cariño, ánimo, que en cuanto vean que el no
fue lo soltarán y en seguida lo tendrás aquí.
- ¿Tu crees Frank? Ay, no
quisiera hacerme ilusiones falsas.
- Seguro. Deja que la policía
haga sus averiguaciones. Lo mismo alguien vio algo, quien sabe.
- Y el día que os caséis
tenéis que invitarme ¿eh? Me lo tienes que prometer.
- Si todo sale como tu dices
Frank, te prometo que serás el padrino.
Tras despedirse de Helen y dejarla bastante triste
y sola, lo cual le dolió un montón, Frank se encaminó a la comisaría de
policía. Ya era hora de contar algo de lo que sabía.
Continuará
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