martes, 3 de noviembre de 2015

Capítulo 14

En la otra punta de la ciudad, Helen y Nelson dormían desnudos y muy juntos. De madrugada el había vuelto a hacerle el amor de forma intensa y romántica, arrancando gemidos de puro placer en ella, así que ambos se durmieron tarde y agradablemente cansados a causa del goce experimentado.



Ya hacía bastante que había amanecido cuando Nelson se despertó. Entonces, con cuidado, se pasó al otro lado de la cama para poder ver mejor a Helen. Cuando empezó a verla removerse, acarició suavemente su mejilla mirándola embobado.




- Buenos días mi amor, - le dijo el.
- Aaah, - bostezó, - buenos días. ¿Ya amaneció?


- Si, - respondió el al tiempo que montaba sobre su cuerpo, - me gustaría despertarme así cada mañana de mi vida. ¿No sería bonito Helen?


Ella pensó fugazmente que para que aquello llegara a ser realidad, tendría que dejar atrás a David, pero Nelson la llenaba, así que se olvidó de todo salvo de el y, girando ambos, se puso ella sobre el esta vez. Ambos se besaron.
- Sería precioso, pero aún hay muchos nudos que desatar.


- No pensemos en ello, - le dijo el con su boca pegada a la de ella, - hoy eres mía, solo para mi. Vas a quedarte ¿no?
Helen lo besó y luego se levantó.


Pero el se apresuró a acercarse a ella y volver a besarla.
- Esta noche ha sido maravillosa mi vida, no tengo palabras.
- Yo tampoco.


Tras vestirse, ambos volvieron a abrazarse.
- Helen, dime que te quedarás, - le pidió el.
- ¿Que me quede hoy? - ella necesitaba saber el alcance de su petición.
- Si, pero no solo hoy Helen, quiero que te quedes conmigo para siempre.


- Nel, sabes que estoy casada. Para estar contigo... tendría que separarme de David. ¿Estás seguro de lo que me pides? No... me gustaría que jugaras conmigo.


- No estoy jugando contigo mi vida, odio a los hombres que juegan y utilizan a las mujeres, a los que les hacen promesas que jamás cumplirán, así que sí, estoy mas que seguro de lo que te pido. Me... encantaría que te separaras y... te vinieras conmigo. Esto no es un juego Helen, te amo, y he pasado contigo la noche de amor mas maravillosa de mi vida.
- Yo también, - murmuró ella.


Entonces ambos se abrazaron estrechamente y se besaron intensa y profundamente.


- ¿Te quedarás conmigo? - le preguntó el mirándola a los ojos desde cerca.
- Hoy me quedaré contigo y... pensaré lo que hago con mi matrimonio, aunque... no se que me has hecho que me tienes... embrujada Nel.
El rió suavemente.
- Lo único que he hecho es amarte, y si te quedas conmigo te juro que no te arrepentirás en la vida.


Sara estaba en casa y se había quedado sola, completamente.
La tristeza la inundaba, no podía evitarlo. Sabía que David podía ser un cabronazo, pero llevaba años viéndolo a escondidas de Helen y ella amaba a aquel cabrón. Habían sido muchos días, salidas, planes, noches ardientes de entrega mutua... y no quería perderlo, se resistía a ello.


Así que momentos después se presentaba de nuevo en su casa.
Al entrar lo vio bebiendo; bebía por Helen, no por ella, bebía porque Helen llevaba un día sin aparecer y eso lo había echado abajo e incluso había provocado que la dejara a ella, y eso dolía, cuánto dolía.
- Hola David.


- Buenas noches, - la saludó el antes de volver a beber de su vaso.
- ¿Piensas seguir bebiendo y torturándote mentalmente porque Helen no ha regresado, o vas a continuar con tu vida?
- ¿Quieres una copa? - le ofreció sin contestar a su pregunta.


- Escúchame David, mas tarde o mas temprano ella volverá, te llamará o lo que sea, así que mientras tanto, ¿por qué no sigues viviendo tu sin más? Yo te quiero David, jamás amé a nadie como a ti, lo sabes.
- Helen me ha mandado un mensaje y yo otro. Mañana vendrá y hablaremos.


Sarah, ante la perspectiva de que David arreglara las cosas con su mujer y a ella la dejara definitivamente, no tuvo reparos en suplicarle: - Vuelve conmigo por favor, te lo ruego, no me dejes después de todos estos años, no puedes dejarme así... - le suplicó.


- Sarah, cuando Helen y yo éramos novios no se dio cuenta de nada porque cuando quedaba con ella acudía y estaba a su lado, pero desde que nos casamos la cosa ha cambiado ¿sabes? La he descuidado muchísimo, ella quería hacer planes conmigo y no podía porque yo he ido a lo mío, la he dejado plantada por ti, le he mentido continuamente.


- Yo llevo a tu lado años. ¿Sabes lo que he sentido cada vez que te has despedido de mi y te has ido a tu casa a acostarte con tu mujercita?
- Con mi mujercita solamente no Sarah. Además, tu me conociste a través de ella, sabías que ella estaba en mi vida, que era mi mujer.
- Podías haberla dejado y haberte casado conmigo, - le reprochó.
- Yo la amo a ella, - le confesó.


- Si, la amas a ella y le pones los cuernos conmigo y quien sabe con cuantas mas, seguro.
- Os he puesto los cuernos a las dos, a ella contigo, y a ti con otras, que lo sepas.
- ¡Serás cabrón hijo de puta...! ¡Y me lo dices así!


- Te lo estabas imaginando, así que mejor decirte la verdad, o sea, que me he acostado con todas las guarras que se me han abierto de piernas.
- ¡Maldito seas...! Te lo dije antes y te lo vuelvo a repetir, ¡te vas a arrepentir de esto! ¡Juro que me las vas a pagar, capullo! - gritó.


Desde detrás de una de las ventanas de su salón, Frank vio salir alterada y como nerviosa a su vecina Sarah, pero salía de casa de Helen, lo cual le extrañaba, ya que, que el supiera, ella no había vuelto. Seguramente se iría con aquel tipo, Nelson, de lo cual se alegraba. Por lo menos este mostraba amor e interés por ella. El marido era un hijo de puta de cuidado que incluso se acostaba con la que fuera amiga de su mujer.


Se habían escuchado voces y gritos de ambos, sobre todo de ella, Sarah, después silencio, y ahora ella se marchaba a su casa a paso ligero.


Bien, había llegado la hora de actuar y entrar en acción, - se dijo Frank a sí mismo, - iría a casa de Helen a decirle al cabrón de su marido todo lo que pensaba de el y haría lo que tuviera que hacer. Ya estaba bien de mantenerse al margen.    


Continuará

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