viernes, 13 de noviembre de 2015

Capítulo 18

Helen entró en casa de Nelson.
Aún estaba temblando, y tenía un cúmulo de sensaciones encontradas, ideas y sentimientos entrelazados dentro de sí.
- Hola mi amor, - la saludó el al verla entrar.


Ella lo miró con ojos nuevos antes de saludarlo; era como si lo viera por primera vez.
- Hola...


- ¿Que ocurre mi vida? ¿Te pasa algo? - se preocupó el al verla mas seria de lo habitual.


- Esta mañana se ha llegado a mi galería el agente Folder, de criminalística, no se si lo recuerdas.
- Creo que si, vagamente.
- La cuestión es que estuvo encargado del caso de David y ha venido a traerme algunos objetos personales suyos, ya sabes, el anillo, el reloj... esas cosas. Y al final me ha dicho que van a condenar a Sarah.
- ¿De veras?
- Si, - contestó tratando de vislumbrar algún leve gesto de alivio o alegría en el, un leve gesto que lo condenara, - se encontraron algo en mi salón que dice que demuestra que ella fue la culpable. ¿No quieres saber que es Nelson?
- Si claro, dímelo, - repuso el adivinando que todo aquello era por algo.
- Pues... un pétalo de rosa roja Nel.


Se hizo un silencio tenso y duro el cual le costó mucho interrumpir a Helen.
- ¿Fuiste tu Nel? ¿Mataste tu a David? - preguntó al fin con expresión triste y el corazón latiéndole desenfrenado.


El contuvo la respiración durante un momento. Luego suspiró con esfuerzo y la miró también triste.
- Si Helen, fui yo.


Ella automáticamente, pasando junto a el, se encaminó hacia las escaleras.
- Helen, escucha, déjame explicarte... - trató el de detenerla.
- Ahora no, - lo interrumpió.


Conmocionada y con la confusión pintada en el rostro, Helen se alejó hacia las escaleras de caracol. Necesitaba espacio, pensar...


Nelson, sintiendo que ella se alejaba de el, notó que las lagrimas acudían a sus ojos y, destrozado, fue a sentarse en el sofá. Era la tercera vez en su vida que lloraba, y lloraba porque estaba ocurriendo lo que mas temía: la estaba perdiendo, y eso era algo que no podía soportar. La amaba tanto...


Helen se sentó en un sillón de la terraza. Atardecía ya.
Encogió las piernas y se hizo un ovillo.
Su mente era un verdadero caos.
Sarah no mató a David, fue Nelson, Nelson...
No paraba de repetirse aquello y aún no le cabía en la cabeza. ¿Como era posible? ¿Entonces le mintió?, ¿en lugar de ir a ver a su madre fue en busca de David a su casa y lo mató? ¿Pero por qué? Nelson... siempre había sido una buena persona, era... un hombre maravilloso, o eso creía. ¿Con quien estaba viviendo? ¿A quien amaba? ¿Con quien había hecho el amor hasta enloquecer?


Ahora de repente no lo conocía. ¿Quien era Nelson Gilbert en realidad? ¿Y por qué mató a David? ¿para que ella fuera libre? Si de todas formas ella iba a separarse. Habría sido libre de todas maneras. ¿Para qué matar a David entonces?


Helen sintió una pena enorme aprisionarle el pecho. El pensar en que tendría que dejarlo y renunciar a el le dolía mas que nada en el mundo. ¿Por qué? ¿por qué? Maldita sea... Ella lo amaba con toda el alma. ¿Como se podía amar al asesino del propio marido? ¿Era lícito aquello, o se estaba volviendo loca?


En aquel momento apareció el en la terraza.
- Helen, ¿puedo acercarme? - le preguntó con timidez.
Ella suspiró.
- Si.


Entonces, situándose tras el sofá donde ella estaba sentada, puso sus manos suavemente sobre sus hombros.
Aquel simple contacto la hizo vibrar, la enardeció como el primer día.
- Helen, tenemos que hablar, - le dijo con voz cálida y suave, - después si quieres insúltame, pégame, grítame, abandóname o lo que quieras, pero déjame explicártelo. Quiero que lo sepas todo, absolutamente, ¿de acuerdo?
Ella asintió.


Entonces ambos bajaron al salón y se sentaron en el sofá.
El pareció quedar pensativo, como si rememorara tiempos o sitios lejanos y le costara trabajo comenzar a hablar.
- Yo tenía una hermana más joven que yo, - comenzó a decir el con dificultad, - se llamaba Milly. Era la niña de la casa, la más pequeña, y la adorábamos. Entonces un día comenzó a salir con tu marido.


- ¿Con David? - preguntó sorprendida.
- Si, pero aún erais novios, el no estaba casado.
- Y... ¿Sarah?
- También. Y alguna que otra más


- El caso es que el la enamoró hasta mas allá de lo aconsejable. Estuvieron viéndose durante mas de un año. Al principio ella no quiso acostarse con el, y eso lo enardeció mas, pero luego, tras meses de salir juntos, agasajarla e insistir, accedió. Casi siempre quedaban en lugares apartados o la llevaba a un hotel; yo la advertía contra el, pero Milly estaba tan enamorada que le daba igual. El le decía que la amaba, que lo dejaría todo por ella, y eso le bastaba.


- Hasta que un buen día se quedó embarazada, - continuó diciendo el.


- ¿En serio? - preguntó ella sorprendida.
- Si.
- ¿De... de David? - casi le daba miedo preguntarlo.
- Por supuesto. Ella no había estado con mas nadie Helen, te lo garantizo. Yo no me enteré de esto hasta justo después de que lo hablara con el, y cuando me lo contó estaba fatal.
- Y... ¿qué pasó?



La expresión del rostro de Nelson cambió. Ahora estaba mas serio y dolido, incluso cabreado.

- El no la creyó. Primeramente la culpó a ella de ese embarazo, y después le dijo que no creía que fuera suyo, porque lo mismo que se había abierto de piernas con el, podría haberlo hecho con otros. El tenía sus planes y no iba a dejarlos por ella, - concluyó duramente.
- Si, eso es muy típico de David; primero sus planes y sus cosas.
- Pues le había hecho promesas y le había ofrecido la luna ¿sabes? Pero claro, en un calentón se puede decir de todo, o eso le dijo el.
- Que cerdo. Y... ¿que pasó?
- Al día siguiente de contármelo, que por cierto y como te he dicho estaba fatal, muy nerviosa y afectada, Milly desapareció. La buscamos nosotros y la policía, y apareció muerta en el pantano.
- ¿Muerta? ¿en serio? - aquello no se lo esperaba.
- Si. Helen, en lo único que te he mentido fue aquella noche cuando te dije que iba a ver a mi madre.
- Ya lo imaginé, - susurró con pesar.
- Ya, pero tu no imaginabas que ella estaba mayor y muy delicada de salud; había sufrido dos infartos y una angina de pecho, había perdido a mi padre, y Milly me imagino que se sentiría incapaz de decírselo a mi madre. Si ya es difícil decirle a una madre que te has quedado embarazada, imagina si también tienes que decirle que el padre de la criatura te ha dejado y pasa completamente del crío, y si a todo esto le unimos que mi madre estaba muy mal de salud... Por eso creo yo que... lo hizo.
- Jo, lo siento muchísimo Nelson.
- Cuando mi madre se enteró de lo de mi hermana, le afectó tanto que sufrió otro infarto, y esta vez no lo superó. Por eso te mentí Helen, porque mi madre ya no existe.


Ella se había quedado sin palabras.
- No tienes idea de lo mal que lo he pasado Helen, - continuó diciendo el, - tu marido fue un cerdo, un hijo de puta que segó las vidas de tres personas.
- ¿Tres?
- Si. Mi madre, mi hermana y el hijo que iba a tener. Por eso contraté a un detective privado, porque quería encontrarle. En principio solo pensé en hacerte mi amante por venganza, pero luego, cuando te conocí, me enamoré perdidamente. Espero que me creas Helen porque es totalmente cierto.
A ella no le salían las palabras, y el siguió hablando.
- ¿Te acuerdas de la noche que fui a recogerte y te traje aquí e hicimos el amor por primera vez?
A Helen, a su pesar, se le colorearon las mejillas.
- Si, - murmuró apenas.
- El detective privado me había dicho que al parecer tu marido tenía una relación con otra persona, así como numerosas aventuras. Yo apenas me lo creía, por eso vine, para ver con mis propios ojos si era verdad que el estaba con otra, y estando esperando apareció Frank, tu vecino.
- Ah ¿si?
- Si, y el puede confirmarte que los dos vimos de salir a tu marido, se quedó esperando en la esquina, y a continuación salió esa chica, Sarah, se besaron y se fueron juntos. ¿Puedes hacerte una idea de lo que sentí Helen? Mientras el estaba casado con una mujer preciosa, se daba el lujo de ponerle los cuernos con unas y con otras, y mientras, mi hermana y mi sobrino se pudrían en la tumba. Cuando los vi me puse enfermo, enfermo de rabia, de odio, y en ese momento fue cuando se me pasó por la cabeza la idea de matarlo. La noche aquella...
- Déjalo Nelson, por favor, - lo interrumpió. No quería ponerse peor escuchando el relato de como había matado a David.
- No Helen, te he dicho que quería que lo supieras absolutamente todo, y eso voy a hacer. Cuando me colé en tu casa tu marido tenía ya unas copas de mas, por eso, cuando le dije quien era yo, se le soltó la lengua mas fácilmente y me dijo que si me había mandado la zorra de mi hermana para que apechugara con su mocoso. Me dijo que era una puta aprovechada y muchas cosas mas, y entonces yo... con un dolor tremendo royéndome el alma... acabé con el.


Entonces Nelson, levantándose, se arrodilló ante ella.
- Nelson, ¿que haces?
- Pedirte perdón Helen, pedirte perdón todas las veces que haga falta. Ya sabes el motivo que me llevó a actuar así y no me arrepiento, pero solo deseo tu perdón y...


- Levántate Nelson.
- No lo haré hasta que me perdones. Se que no soy digno de ti pero... de todo esto lo que mas... lamento es... perderte a ti. Hoy ha sido la tercera vez que he llorado en mi vida.
- ¿La tercera?
- Si, las otras fueron cuando perdí a mi hermana y a mi madre. Hoy... por el dolor de perderte a ti.


Entonces ella se agachó ante el.
- Nel, ¿sabes de lo que me he dado cuenta estos días?
- ¿De qué?
- De que cuando encontré muerto a David no lloré, no me salió ni una lágrima. En cambio ¿sabes cuando me quedé destrozada y lloré muchísimo?
- ¿Cuando?
- Cuando te detuvieron a ti y te encerraron. Estaba muerta de miedo de pensar en que te podía perder si te condenaban a años de cárcel. No quería estar separada de ti, y ahora, al saber toda la verdad... lo único que lamento es... que nos separemos.


- Pues no lo hagamos Helen. Yo te amo mi vida, tu lo eres todo para mi, necesito que me creas y... que no tengas miedo de mi. Jamás te haré daño, lo sabes.


- Lo se, - ambos se pusieron de pié y se abrazaron, - yo... a lo mejor estoy loca pero te amo Nel, tu eres lo mejor que me ha pasado.


- Y tu eres lo que mas ha valido de todo esto, el haberte encontrado a ti. Entonces... ¿te quedarás conmigo? - preguntó el con algo de temor a que lo rechazara.
Helen suspiró; estaba abrazando al hombre que había asesinado a su marido. Cualquiera le diría que estaba mal de la cabeza como mínimo, ¿pero quien era el culpable en realidad? ¿el hombre que la había engañado, mentido, desatendido y olvidado tantas veces, o el que había acabado con su vida? ¿Debería dejar a Nelson y sacrificar su amor por el porque mató al hombre que le había sido constantemente infiel? ¿que incluso abandonó a su hermana embarazada y se desentendió de su hijo? ¿Debería librar de la cárcel a la mujer que, en lugar de ser buena amiga, se había estado acostando con su marido durante años?
De David no guardaba muy buenos recuerdos, en cambio Nelson había sido todo lo que el no fue, y lo llevaba en el alma. Ahora no podría dejarlo, por nada del mundo.
- Si Nel, me quedaré contigo. No puedo dejar de amarte, no estoy dispuesta a sacrificar el amor que te tengo por alguien que no mereció la pena.


Con un suspiro de profundo alivio y un arranque impetuoso, Nelson la estrechó aún mas contra sí y, pegando su boca a la de ella, comenzó a besarla con ardor, con fiereza.


Los deseos de ambos se desataron. El pensar en que podían haberse perdido el uno al otro, hizo que se besaran y se acariciaran ansiosamente.


Momentos después, locos de deseo, subían al dormitorio y se desnudaban.
- Helen, mi vida, gracias. Te juro que no te arrepentirás, te lo prometo.
- Lo se.
- ¿Sigues... queriendo casarte conmigo?
- Por supuesto Nel. Le dije a Frank que sería el padrino.
- Frank es el mejor amigo que puedas tener ¿sabes?
- ¿Por qué lo dices?
- Porque al salir me contó que aquella noche el oyó discutir a David con Sarah, la vio salir, y entonces el fue a tu casa a cantarle las cuarenta a tu marido. Lo encontró vivo claro, y el tampoco le hizo nada, pero Frank omitió ante la policía lo de su visita a tu casa. Entonces la policía dedujo que ella lo mató.
- ¿Y dijo eso por mí?
- Si, porque el cree en nuestra relación y quiere que seamos felices Helen.


Ella aún no había contestado cuando el, con un simple movimiento montó sobre su cuerpo.
- Pero ahora te propongo que nos olvidemos de todo menos de esa felicidad y ese amor que compartimos. Porque me quieres ¿no mi vida?
Ella, que ya sentía junto a su sexo humedecido el duro y dispuesto de el, tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse y pensar coherentemente.
- Ah Nelson, claro que te quiero, te adoro y me vuelves loca...
- Aún no, espera... - le dijo mientras entraba en ella hasta el fondo.


Entonces se desató la locura, ella se abrió a el desinhibida y Nelson movió con contundencia sus caderas, una y otra vez hasta gemir ambos de puro placer.


Cuando todo volvió a la calma, ambos se abrazaron satisfechos y relajados.


El se la quedó mirando durante un rato, en silencio, recorriendola con la mirada.
- ¿Que ocurre Nel?
- Me parece mentira. Creí... haberte perdido para siempre.


- No podía dejarte, me dolía en el alma solo de pensarlo. Te amo mi vida.
- ¿A pesar de lo que... he hecho?


- Nel, te juro que no habrá recriminaciones por mi parte. Tu me has liberado de una relación que no era buena, no éramos el y yo, sino yo, el y todas las demás. En realidad... mas bien tengo que darte las gracias.
- No hace falta que me las des, con que te quedes conmigo toda la vida me basta. Te amo Helen, te adoro.
- Y yo Nel...