La vida no era justa, ni
mucho menos.
Lara tenía que levantarse
apenas amanecía para hacer las tareas de casa antes de irse a clase.
Elena, su mejor amiga, y las demás chicas del
instituto se levantaban con el tiempo justo para desayunar, vestirse e irse a
clase. ¿Por que ella tenía tan mala suerte?
Lo primero que hizo fue su cama.
Y después, cabreada pero con resignación, fue al
cuarto de su hermano Marcos a hacerle la suya. Aquello tampoco era justo;
mientras ella tenía un cuartito mas bien pequeño y con lo justo, Marcos tenía
un dormitorio amplio, un escritorio con un portátil, un pequeño equipo de
música y hasta una cama grande de matrimonio.
Y encima el señorito se permitía el lujo de dejarse
la ropa tirada por ahí
Enfadada consigo misma, Lara pensó que tenía muy
mal acostumbrada a su familia, pero el caso es que no podía hacer nada; cuando
había querido revelarse, los gritos habían llegado a la otra parte de la
ciudad, y ella temía horriblemente el carácter que podían sacar sus padres.
Entró sigilosamente en el dormitorio de ellos y
recogió la ropa que habían dejado. No le extrañaba nada que su hermano Marcos
fuera como era, se parecía a los padres, que eran igual de descuidados.
Lara bajó a la cocina y abrió la tapadera de la lavadora.
Entonces metió toda la ropa y la puso en marcha.
¡Menuda panda de flojos! - pensó mientras recogía
los platos de la cena de la noche anterior.
Allí nadie hacía nada, solo
ella, pensó con tristeza y resignación.
Tras poner los platos en el lavavajillas, Lara pagó
las facturas. Es casi para lo único que le daban dinero.
Después tiró el periódico viejo.
Cuando fue a recoger la ropa de la lavadora, vio a
su madre preparando el desayuno. Era raro que se hubiera levantado hoy tan temprano,
ya que normalmente trabajaba hasta muy tarde. ¿En que? Buena pregunta. No tenía
ni idea.
Lara fue a tender la ropa y recordó que su amiga
Elena le había hablado algo de quedar por la tarde.
Pasó por detrás de su madre
pensando si decirle algo.
- ¿Has hecho las camas? - la
madre interrumpió sus pensamientos.
- Si mamá.
- Pues entonces vete a clase.
Hasta luego.
Se fue y obviamente no le
dijo nada de la salida.
Pero su amiga Elena la pilló
a la salida de clase:
- ¿Has hablado con tu madre
de lo de esta tarde?
Lara la miró apenada.
- No, aún... no. No me
atreví.
- Esto no es normal Lara. Tienes que hablar con tus
padres y ponerles las cosas en claro; todas las chicas de nuestra edad salen,
se divierten, ¡ligan!, y en cambio tu te levantas al amanecer, limpias toda la
casa, y no sales apenas para nada. ¡Eres como la cenicienta!
- Ya lo se Elena, ¿crees que no se que tienes toda
la razón? Pero cuando he protestado, los gritos han llegado a la luna, e
incluso me han castigado.
Elena la miró seria y
comprensiva.
- Me duele ver la vida que
llevas Lara, en serio. Sabes que te quiero un montón y me encantaría que
llevaras una vida normal. Tenemos diecisiete años, y tu tienes derecho a vivir.
- Anda ven aquí, - dijo
abrazándola Lara emocionada. - A ver si esta tarde le echo huevos y hablo con
mi madre.
- Ya verás como todo se
arregla y puedes salir, - la animó.
Y antes de que se acobardara,
Lara le echó valor y se dirigió a su madre:
- Mamá, esta tarde no tenemos
deberes así que... Elena me ha dicho de quedar para dar una vuelta.
- ¡No me mientas Lara!
¡Siempre os mandan deberes!
- Pero los hago rápido y
puedo salir, - protestó.
- ¡ No! Ya te lo he dicho mil
veces, no vas a salir, y menos entre semana.
- A Marcos lo dejas mamá, no
es justo.
- ¡Te he dicho que no me
discutas las decisiones o te castigaré hasta el día del juicio final!, ¿me has
entendido?
- Vale, de acuerdo, no te pongas así... - sus ojos
reflejaban el miedo y la tristeza.
- Lárgate a recoger la ropa del tendedero que es lo
que tienes que hacer. No quiero volver a hablar contigo de este tema, ¿me has
entendido? Yo me voy a trabajar.
Sin mediar mas palabras, Lara salió afuera y
recogió la ropa que ya estaba seca.
Sola y resignada aunque triste, fue a la cocina y
cogió un zumo de la nevera. Entonces oyó abrirse la puerta principal y unas
voces.
Pensando en ir a ver quien era, Lara dejó el zumo
en la mesa de la cocina y se dirigió a la puerta que comunicaba con el salón.
Pero lo que vio a través de los cristales, la dejó
clavada en el sitio, sin capacidad de reacción...
Continuará
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