viernes, 24 de abril de 2015

Capítulo 2

La vida no era justa, ni mucho menos.

Lara tenía que levantarse apenas amanecía para hacer las tareas de casa antes de irse a clase.


Elena, su mejor amiga, y las demás chicas del instituto se levantaban con el tiempo justo para desayunar, vestirse e irse a clase. ¿Por que ella tenía tan mala suerte?


Lo primero que hizo fue su cama.


Y después, cabreada pero con resignación, fue al cuarto de su hermano Marcos a hacerle la suya. Aquello tampoco era justo; mientras ella tenía un cuartito mas bien pequeño y con lo justo, Marcos tenía un dormitorio amplio, un escritorio con un portátil, un pequeño equipo de música y hasta una cama grande de matrimonio.


Y encima el señorito se permitía el lujo de dejarse la ropa tirada por ahí


Enfadada consigo misma, Lara pensó que tenía muy mal acostumbrada a su familia, pero el caso es que no podía hacer nada; cuando había querido revelarse, los gritos habían llegado a la otra parte de la ciudad, y ella temía horriblemente el carácter que podían sacar sus padres.


Entró sigilosamente en el dormitorio de ellos y recogió la ropa que habían dejado. No le extrañaba nada que su hermano Marcos fuera como era, se parecía a los padres, que eran igual de descuidados.


Lara bajó a la cocina y abrió la tapadera de la lavadora.


Entonces metió toda la ropa y la puso en marcha.


¡Menuda panda de flojos! - pensó mientras recogía los platos de la cena de la noche anterior.


Allí nadie hacía nada, solo ella, pensó con tristeza y resignación.


Tras poner los platos en el lavavajillas, Lara pagó las facturas. Es casi para lo único que le daban dinero.


Después tiró el periódico viejo.


Cuando fue a recoger la ropa de la lavadora, vio a su madre preparando el desayuno. Era raro que se hubiera levantado hoy tan temprano, ya que normalmente trabajaba hasta muy tarde. ¿En que? Buena pregunta. No tenía ni idea.


Lara fue a tender la ropa y recordó que su amiga Elena le había hablado algo de quedar por la tarde.


Pasó por detrás de su madre pensando si decirle algo.
- ¿Has hecho las camas? - la madre interrumpió sus pensamientos.
- Si mamá.
- Pues entonces vete a clase. Hasta luego.
Se fue y obviamente no le dijo nada de la salida.


Pero su amiga Elena la pilló a la salida de clase:
- ¿Has hablado con tu madre de lo de esta tarde?
Lara la miró apenada.
- No, aún... no. No me atreví.


- Esto no es normal Lara. Tienes que hablar con tus padres y ponerles las cosas en claro; todas las chicas de nuestra edad salen, se divierten, ¡ligan!, y en cambio tu te levantas al amanecer, limpias toda la casa, y no sales apenas para nada. ¡Eres como la cenicienta!


- Ya lo se Elena, ¿crees que no se que tienes toda la razón? Pero cuando he protestado, los gritos han llegado a la luna, e incluso me han castigado.


Elena la miró seria y comprensiva.
- Me duele ver la vida que llevas Lara, en serio. Sabes que te quiero un montón y me encantaría que llevaras una vida normal. Tenemos diecisiete años, y tu tienes derecho a vivir.


- Anda ven aquí, - dijo abrazándola Lara emocionada. - A ver si esta tarde le echo huevos y hablo con mi madre.
- Ya verás como todo se arregla y puedes salir, - la animó.


Y antes de que se acobardara, Lara le echó valor y se dirigió a su madre:
- Mamá, esta tarde no tenemos deberes así que... Elena me ha dicho de quedar para dar una vuelta.


- ¡No me mientas Lara! ¡Siempre os mandan deberes!
- Pero los hago rápido y puedo salir, - protestó.
- ¡ No! Ya te lo he dicho mil veces, no vas a salir, y menos entre semana.
- A Marcos lo dejas mamá, no es justo.
- ¡Te he dicho que no me discutas las decisiones o te castigaré hasta el día del juicio final!, ¿me has entendido?


- Vale, de acuerdo, no te pongas así... - sus ojos reflejaban el miedo y la tristeza.


- Lárgate a recoger la ropa del tendedero que es lo que tienes que hacer. No quiero volver a hablar contigo de este tema, ¿me has entendido? Yo me voy a trabajar.


Sin mediar mas palabras, Lara salió afuera y recogió la ropa que ya estaba seca.


Sola y resignada aunque triste, fue a la cocina y cogió un zumo de la nevera. Entonces oyó abrirse la puerta principal y unas voces.


Pensando en ir a ver quien era, Lara dejó el zumo en la mesa de la cocina y se dirigió a la puerta que comunicaba con el salón.


Pero lo que vio a través de los cristales, la dejó clavada en el sitio, sin capacidad de reacción...


Continuará

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