Mortalmente serio, David se
levantó de su asiento con la copa en la mano.
- Eh, no me has contestado
pero por la prisa que te has dado en levantarte juraría que te apetece echar...
un rato, - le dijo Frank yendo tras el.
- No se de que demonios me estás hablando, -
contestó David con mala cara.
- Pues de que va a ser tío,
bailar unos lentos, terminarnos estas copas y luego irnos a mi casa a echar un
polvo. Prometo hacértelo pasar de muerte.
- No me prometas nada, no me
interesa, - repuso David con cara de asco.
- ¿Pero por qué? - insistió
Frank.
- ¿De verdad piensas que me
va tu rollo?
- ¿Que voy a meterme en la cama con otro tío? -
siguió diciendo David.
- Pues te lo pasarías de puta madre, - dijo Frank
antes de beber de su baso, - ¿sabes que el punto G masculino lo tenemos dentro
del culo? Me temo que con tu actitud vas a quedarte sin disfrutarlo.
- ¡Me importa una mierda todo lo que me estás
contando! - vociferó David cabreado, - ¡eres un maricón asqueroso, así que
lárgate!
- No deberías usar mi
condición sexual para insultarme ¿sabes? - le dijo Frank ya serio.
- Anda y vete a tomar por
culo que seguro que te gusta, pedazo de maricón. ¡Quítate de mi vista!
- Frank, sin mediar mas palabra dio la media vuelta
y se marchó de allí.
Pero a la mañana siguiente, tras levantarse y mirar
por la ventana, resulta que vio salir a David de la casa de en frente para irse
a trabajar.
- Así que el tío borde y estúpido de anoche es nada
menos que el marido de la vecina, - pensó para si mismo, - con lo simpática que
es ella y lo bien que me cayó, y resulta que el marido es un homófobo de
mierda.
Aquella tarde David tardaba en regresar, así que
mientras tanto Helen pensó en hacerle una visita a su amiga Sarah.
Llegó a su puerta y llamó al timbre. Esperó y
esperó pero nada, estaba claro que ella no estaba.
Así que regresó a casa pensativa; hacía muy poco
que se había casado con David, pero siempre o casi siempre le tocaba estar sola
y esperarlo. El ya le había dicho que tenía reuniones y demás, e incluso que
debía alternar con los compañeros, pero a Helen no podía dejar de fastidiarle
aquella espera, aquella soledad.
Una hora después David volvió
y Helen se dirigió a el.
- Vaya, por fin vuelves.
- Hola. Lo siento cariño, lo siento de veras, pero
es que...
- Siempre estás con lo mismo, David, y siempre me
toca estar esperándote.
- Estoy cansada de estar sola ¿sabes? Casi siempre
llegas tarde y no hacemos nada, ni vamos a ningún sitio, - se quejó ella.
- Pero es que el jefe se presentó e insistió en que
analizáramos unos asuntos en su despacho, así que no tuve mas remedio que
quedarme. ¿Que querías que hiciera?
- Mira, vamos a hacer una cosa, - añadió el, -
mañana volveré lo mas pronto posible y nos iremos por ahí a cenar ¿de acuerdo?
Te compensaré.
Y efectivamente a la noche
siguiente ambos fueron al bistro a cenar a la luz de las velas.
- ¿No te parece romántico
todo esto Helen?
Ella lo miró sin terminarse
de creer que hablara en serio.
- Lo que no me parece
romántico es que yo haya pedido una langosta y tu filete con queso.
- Que quieres, me gusta.
- Si anda, pero rompes la
estética.
- Tu y tu estética.
- No se habla con la boca
llena, David.
- Ahora pareces mi madre, -
rió el a su pesar.
- Pero hablando en serio
cariño, - añadió mirándola, - ¿he cumplido lo que dije o no?
- Bueno, si el concepto de
una velada romántica que tu tienes es venir aquí a comer filete con queso... la
cosa deja mucho que desear, esa es la verdad.
- Te recuerdo que la noche
todavía no ha terminado, - añadió el con voz insinuante.
- ¿Te lo has pasado bien? -
le preguntó David mas tarde tras volver de cenar y tomar unas copas.
- Si, no ha estado mal.
Por lo menos no me he quedado
sola en casa, - le dieron ganas de añadir, pero no quería estropear la cosa
poniéndose irónica.
- Voy a cambiarme, - dijo
ella.
- Eh, espera, ahora nos
cambiamos... - y David la abrazó contra sí, - sabes que eres lo mas bonito que
tengo ¿verdad?
- Oh, cariño... - Helen no
pudo evitar que aquellas palabras y el tono apasionado con que las dijo la
enternecieran.
Entonces sus bocas se unieron
profundamente.
Sus cuerpos, sus sentidos
habían despertado totalmente y ansiaban mas.
Así que momentos después ambos se abrazaban y se
besaban incansables como preludio de la entrega que vendría luego.
A la mañana siguiente Helen
se levantó primero. Salía del baño cuando vio a David salir del dormitorio.
- Buenos días Helen, ¿que tal
has dormido?
- Muy bien. ¿Sabes? he estado pensando, y esta
noche podríamos hacer algo diferente. Hay una...
- Esta noche me temo que
imposible, - la expresión de el cambió, - creo que tendremos que dejarlo para
otra ocasión.
- Pero es que hoy es viernes
David, y yo había pensado en que...
- ¿Y por qué no quedas con
tus amigas? - le propuso el de pronto, - una noche de chicas, ¿no las llamáis
así? Podríais divertiros yéndoos por ahí. Anda, anímate.
Continuará
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