sábado, 19 de septiembre de 2015

Capítulo 2

Mortalmente serio, David se levantó de su asiento con la copa en la mano.

- Eh, no me has contestado pero por la prisa que te has dado en levantarte juraría que te apetece echar... un rato, - le dijo Frank yendo tras el.


- No se de que demonios me estás hablando, - contestó David con mala cara.


- Pues de que va a ser tío, bailar unos lentos, terminarnos estas copas y luego irnos a mi casa a echar un polvo. Prometo hacértelo pasar de muerte.
- No me prometas nada, no me interesa, - repuso David con cara de asco.


- ¿Pero por qué? - insistió Frank.
- ¿De verdad piensas que me va tu rollo?


- ¿Que voy a meterme en la cama con otro tío? - siguió diciendo David.


- Pues te lo pasarías de puta madre, - dijo Frank antes de beber de su baso, - ¿sabes que el punto G masculino lo tenemos dentro del culo? Me temo que con tu actitud vas a quedarte sin disfrutarlo.


- ¡Me importa una mierda todo lo que me estás contando! - vociferó David cabreado, - ¡eres un maricón asqueroso, así que lárgate!


- No deberías usar mi condición sexual para insultarme ¿sabes? - le dijo Frank ya serio.
- Anda y vete a tomar por culo que seguro que te gusta, pedazo de maricón. ¡Quítate de mi vista!


- Frank, sin mediar mas palabra dio la media vuelta y se marchó de allí.


Pero a la mañana siguiente, tras levantarse y mirar por la ventana, resulta que vio salir a David de la casa de en frente para irse a trabajar.


- Así que el tío borde y estúpido de anoche es nada menos que el marido de la vecina, - pensó para si mismo, - con lo simpática que es ella y lo bien que me cayó, y resulta que el marido es un homófobo de mierda.


Aquella tarde David tardaba en regresar, así que mientras tanto Helen pensó en hacerle una visita a su amiga Sarah.


Llegó a su puerta y llamó al timbre. Esperó y esperó pero nada, estaba claro que ella no estaba.


Así que regresó a casa pensativa; hacía muy poco que se había casado con David, pero siempre o casi siempre le tocaba estar sola y esperarlo. El ya le había dicho que tenía reuniones y demás, e incluso que debía alternar con los compañeros, pero a Helen no podía dejar de fastidiarle aquella espera, aquella soledad.


Una hora después David volvió y Helen se dirigió a el.
- Vaya, por fin vuelves.


- Hola. Lo siento cariño, lo siento de veras, pero es que...


- Siempre estás con lo mismo, David, y siempre me toca estar esperándote.


- Estoy cansada de estar sola ¿sabes? Casi siempre llegas tarde y no hacemos nada, ni vamos a ningún sitio, - se quejó ella.


- Pero es que el jefe se presentó e insistió en que analizáramos unos asuntos en su despacho, así que no tuve mas remedio que quedarme. ¿Que querías que hiciera?


- Mira, vamos a hacer una cosa, - añadió el, - mañana volveré lo mas pronto posible y nos iremos por ahí a cenar ¿de acuerdo? Te compensaré.


Y efectivamente a la noche siguiente ambos fueron al bistro a cenar a la luz de las velas.
- ¿No te parece romántico todo esto Helen?
Ella lo miró sin terminarse de creer que hablara en serio.
- Lo que no me parece romántico es que yo haya pedido una langosta y tu filete con queso.


- Que quieres, me gusta.
- Si anda, pero rompes la estética.
- Tu y tu estética.
- No se habla con la boca llena, David.
- Ahora pareces mi madre, - rió el a su pesar.


- Pero hablando en serio cariño, - añadió mirándola, - ¿he cumplido lo que dije o no?
- Bueno, si el concepto de una velada romántica que tu tienes es venir aquí a comer filete con queso... la cosa deja mucho que desear, esa es la verdad.
- Te recuerdo que la noche todavía no ha terminado, - añadió el con voz insinuante.


- ¿Te lo has pasado bien? - le preguntó David mas tarde tras volver de cenar y tomar unas copas.
- Si, no ha estado mal.
Por lo menos no me he quedado sola en casa, - le dieron ganas de añadir, pero no quería estropear la cosa poniéndose irónica.
- Voy a cambiarme, - dijo ella.


- Eh, espera, ahora nos cambiamos... - y David la abrazó contra sí, - sabes que eres lo mas bonito que tengo ¿verdad?
- Oh, cariño... - Helen no pudo evitar que aquellas palabras y el tono apasionado con que las dijo la enternecieran.


Entonces sus bocas se unieron profundamente.
Sus cuerpos, sus sentidos habían despertado totalmente y ansiaban mas.


Así que momentos después ambos se abrazaban y se besaban incansables como preludio de la entrega que vendría luego.


A la mañana siguiente Helen se levantó primero. Salía del baño cuando vio a David salir del dormitorio.
- Buenos días Helen, ¿que tal has dormido?


- Muy bien. ¿Sabes? he estado pensando, y esta noche podríamos hacer algo diferente. Hay una...


- Esta noche me temo que imposible, - la expresión de el cambió, - creo que tendremos que dejarlo para otra ocasión.


- Pero es que hoy es viernes David, y yo había pensado en que...
- ¿Y por qué no quedas con tus amigas? - le propuso el de pronto, - una noche de chicas, ¿no las llamáis así? Podríais divertiros yéndoos por ahí. Anda, anímate.    


Continuará

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