Últimamente no andaba con ánimos, mas bien ninguno
desde que vio que Cristina tenía ya a alguien en su vida y todos sus planes y
esperanzas se le derrumbaron.
Durante años había sido su padre el que había
venido a visitar a su madre y a la madre de Cristina; ahora era el quien venía
a ver a sus padres, a los dos, y eso costaba un montón.
Roberto permaneció ante la tumba de su padre
recordando infinidad de momentos compartidos con el, momentos que jamás se
repetirían y que solo vivirían en su recuerdo.
Recordó vívidamente sus palabras, sus sueños sobre
Cristina y el, como si deseara que triunfara donde el fracasó, pero temía que
aquello, y sintiéndolo mucho, ya no iba a ser posible.
Roberto suspiró triste y resignado y fue a visitar
la tumba de su madre. Después se marchó.
Varios días después, Roberto
tecleaba ante el ordenador.
Cada día le costaba mas ir a
trabajar, y no era por las razones obvias, sino por el hecho de tener a
Cristina tras una puerta cercana y no poder hacer nada.
La mañana se vislumbraba
rutinariamente ordinaria hasta que se oyó el ascensor y se abrieron las puertas
de la redacción.
Cuando Roberto vio que aquel
tipo que estaba con Cristina hacía su aparición, se quedó envarado y por un
momento sus dedos se detuvieron sobre el teclado. ¿Aquí también lo iba a tener
que ver?
Sin lograr recordar su nombre, Roberto vio a aquel
tipo avanzar decidido hasta la puerta del despacho de Cristina. Al pasar saludó
a Olga, la secretaria.
Cuando desapareció tras la puerta, el trató de
seguir trabajando con normalidad, pero le era prácticamente imposible; su
corazón latía a todo gas y estaba nervioso.
Por su mente y ante sus ojos, en lugar de ver el
artículo que estaba terminando, solo veía aquellas imágenes que imaginaba y
suponía: a Cristina entre sus brazos, ambos besándose... y no podía evitar
sentirse recomido por los celos.
Instantes después, afortunadamente mucho antes de
lo que esperaba, aquel tipo salió del despacho, y Cristina con el. ¿Por que no
ocuparía el la mesa de Alonso, que estaba mas lejos? Así se ahorraría la
tortura de verlos arrullarse y besarse como despedida, -pensó.
- Bueno cariño, ya sabes, -
le decía el tipo a ella, - te espero en la boda ¿eh? Tu eres imprescindible.
Ella sonrió.
- Si, no te preocupes, no
puedo faltar.
- Ven aquí, deja que te
abrace, - añadió el, - sabes que te quiero ¿verdad?
- Y yo también Lucas,
siempre.
¡Ah! Es verdad, que se
llamaba Lucas... - pensó amargado y rabioso Roberto.
Después de aquella conmovedora y entrañable
despedida, lo vio de salir tan atildado como entró.
Sin poder evitar enterarse de algún jugoso cotilleo
sobre la pareja, Roberto se levantó de su mesa y pensó en preguntarle a Lidia.
¿Quien mejor que ella para informarle?
- Lidia, necesito hablar
contigo un momento, - le dijo al acercarse a su mesa de trabajo.
- Espera un segundo.
- Dime, ¿que te pasa? Te veo muy mala cara hoy.
- Es que estoy jodido Lidia, ahora el novio de la
jefa hasta viene al trabajo todo arregladito y con ropa de marca, y encima se
dicen palabras tiernas delante de mi mesa. Me han dado ganas de...
- ¿Te refieres al chico que
acaba de salir de la redacción? - lo interrumpió ella.
- Claro, ¿a quién si no?
- Pero ese no es su novio
Roberto, solo es su primo.
- Pe... pero... el le habló a
ella de que no faltara a la boda y...
- El que se casa es el con su
novia, y la jefa no puede faltar, por supuesto. Se quieren un montón.
- La llama cariño y mi vida,
por eso pensé que el era su novio.
- Que va, te aseguro que es
primo hermano suyo. La jefa no tiene a nadie.
- Lidia, acabas de hacerme el
hombre mas feliz del mundo con eso que me has dicho, ¿sabes? - Roberto sonreía feliz.
Ahora que sabía que no había
nadie en la vida de Cristina, de pronto sintió el impulso de hacer algo, de
decirle todo lo que sentía y, a ser posible, no dejarla escapar.
De modo que, dando media vuelta decidido, se
encaminó hacia el despacho de ella.
Entró sin pedir permiso, con
el impulso nuevo que le daba la esperanza, con el secreto deseo de hacer
realidad el sueño de su padre, su propio sueño.
La vio de espaldas, mirando
por los grandes ventanales.
- Hola Cristina.
- Desde el día en que te acorralaron los
licántropos, he creído que ese chico que se acaba de ir era tu novio, y hace
unos momentos, cuando lo oí hablarte de una boda, pensé que era la tuya con el,
pero Lidia acaba de decirme que no es tu novio, sino tu primo, y eso me ha
hecho el hombre mas feliz de la tierra. ¿Es cierto lo que me ha dicho ella?
- Si Roberto, Lucas es primo mío y solo ha venido a
traerme su invitación de boda. ¿No te diste cuenta de que tenemos el mismo
color de ojos? La gente dice que en cierto modo nos parecemos, aunque el sea
moreno y yo pelirroja.
Entonces el agarró sus manos.
- Cristina, ya no voy a
seguir callando esto que llevo dentro. Me sale por los ojos, por cada poro de
mi piel.
- Quise... decirte todo lo
que sentía cuando se murió mi padre, pero entonces tu te fuiste y no pude.
- Estaba cansada de esperar,
Roberto.
- Es que primero pensé que
estabas con mi padre, luego me enteré de su enfermedad, y cuando todo terminó y
pensaba... declararme, te fuiste. Pero ahora ya no puedo mas y no voy a seguir
callando lo que siento.
- Ven aquí vida mía, - Roberto y ella se abrazaron
estrechamente, - llevo soñando con hacer esto desde hace mucho tiempo, -
susurró en su oído.
- Roberto, necesito que me
digas lo que sientes por mi, - ambos se miraban desde muy cerca, - no quiero
soñar antes de tiempo.
- Puedes soñar todo lo que
quieras. Yo... también necesito que me digas lo que sientes por mi.
- ¿Lo que siento? Todavía me pregunto como pude
colarme por un tipo antipático al que le rallé el coche, un tipo cabezón que no
quería escuchar a nadie, que era un borde insoportable pero...
- Oh Roberto, aunque seas así yo... te necesito.
¿No te das cuenta de que estoy completamente enamorada de ti desde que te vi? Y
tu...
- Yo he estado ciego Cristina, pero eso se acabó,
porque me tienes loco desde que te conocí, ¿lo sabes?
- ¿Es... eso cierto? - preguntó ella con algo de
miedo pero esperanzada.
Por toda respuesta Roberto la estrechó entre sus
brazos y pegó su boca abierta y anhelante a la de ella; hurgó en su interior,
la poseyó toda entera, y ella correspondió a la invasión entregándosele por
completo.
- Te quiero Cristina, te amo con toda mi alma, - le
confesó al separarse apenas mientras la miraba cautivado, - ¿quieres casarte
conmigo? ¿ser mi mujer, mi compañera?
- Oh si Roberto, yo también te quiero con todo mi
corazón. No podría casarme con nadie mas.
Mientras la lluvia empapaba la tierra, ambos se
abrazaron de nuevo y se besaron incansables.
Roberto y Cristina, sobre la cama de ella se
abrazaban, se besaban y acariciaban incansables.
- Roberto, mi vida, me parece
mentira poder estar aquí contigo, en la cama, tenerte todo para mi...
- A mi si que me parece estar
soñando preciosa mía.
- ¿Sabes los celos
torturadores que he sufrido creyendo que estabas con mi padre? He vivido
amargado, cariño.
- Pero yo solo tenía ojos
para ti. ¿Sabes por qué me acerqué a tu padre un día y me di a conocer?
- Fue porque lo viste en la
tumba de tu madre ¿no?
- Eso también, pero sobre
todo fue porque os vi a los dos allí en el cementerio una tarde. Fue después de
haberte conocido ya, y me gustaste a rabiar Roberto, por eso también accedí a
mudarme a tu casa.
- Para estar cerca mía ¿no? Y
yo celoso perdido creyendo que estabas con mi padre.
- Y celosa perdida yo, sobre
todo cuando te vi con la loba esa.
- Pero yo solo tengo ojos
para ti mi amor, y eso lo vas a comprobar durante el resto de tu vida.
- Te quiero Roberto. No me
dejes nunca por favor.
- Jamás vida mía, te lo
prometo.
Continuará
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