Marta no
tardó mucho en presentarse en el parque.
- Hola
Lidia, - la saludó, - he dejado los deberes sin terminar para venir corriendo.
- Hola
Marta, -dijo con voz triste y apenas audible.
- ¿Qué te
pasa? ¿Te encuentras bien?
- No Marta,
no estoy bien, todo está fatal.
- Mis padres
están discutiendo como siempre y dicen que se van a divorciar.
- ¿En serio?
- Sí.
- Mi madre
se ha puesto a llamar a mi padre inútil, se han insultado y además delante mía
como siempre
- Que horror,
siempre están de bronca ¿no?
- Si,
siempre. Ella es una mandona y lo malo es que también discutirán sobre quien de
los dos se queda conmigo.
- ¿Y tú qué
vas a hacer? ¿Con cuál te vas a ir?
- Yo con mi
papá.
- Todo
lo que mamá le critica es lo que me gusta de él. Papá es muy bueno y tierno
conmigo. Lo malo es que… ya no estaremos los tres juntos. Mi familia se ha roto
Marta.
- Míralo de
este modo Lidia, a partir de ahora celebrarás dos cumpleaños, y dos navidades
distintas. Te harán más regalos, - trató de animarla.
- ¿Tú crees?
-
Claro, anímate. Vas a seguir viéndolos a los dos, y aunque te fueras con tu
madre, tu padre vendría a verte y te llevaría por ahí o a su casa.
- Yo no
quiero dejar solo a papá. Lo quiero mucho y él es más cariñoso conmigo.
- Pues como
tú quieras. Ojalá tomen en cuenta tu opinión. Yo tengo que irme ¿sabes? Mis
padres me esperan. Mañana te veo en el cole.
- Hasta
mañana…
Lidia vio de alejarse a su amiga con cierta envidia. Sus padres la esperaban, estaban juntos y no iban a separarse, y cuando se acostara de noche, los dos le darían un beso o tal vez incluso le contaran un cuento.
A ella no. Si su madre se salía con la suya y la llevaba con ella, se pasaría todo día dándole órdenes como siempre, como hacía con su padre. Por eso no quería dejarlo solo.
Seguía allí sentada en el banco del parque pensando en toda la amarga situación de su familia cuando una señora se aproximó.
- ¿Puedo sentarme contigo?
- Si claro.
- Hola, te
veo muy triste, por eso me he acercado. ¿Qué te pasa? ¿Me lo quieres contar?
- Mis padres
van a divorciarse, -repuso Lidia tristemente, - están discutiendo y todo se ha
ido a la mierda.
- Bueno, a lo mejor es algo pasajero y no se separan, no te pongas así.
- Se insultan y se dicen cosas feas. Se van a separar y ya no estaremos los tres juntos, ¿cómo quiere que no me ponga así entonces?
- Tranquila, sé que esa situación es muy difícil, te comprendo. ¿Y tú qué harás si se divorcian? ¿Te irás con tu mamá?
- Ni hablar, yo pienso irme con mi padre que es más bueno. Es muy cariñoso conmigo.
La señora
suspiró y le sonrió enigmáticamente, tal vez con un atisbo de tristeza.
-Aprovecha
que tienes a tu padre y pasa todo el tiempo que puedas con él, pero no dejes a
tu madre. Ella te quiere más que nadie, igual que él.
- Mamá es muy mandona, muy estricta. Siempre está dando órdenes, así que me voy a ir con papá. De ella no quiero saber nada.
- No deberías hablar así, ella es tu madre, lo que pasa es que será muy perfeccionista, y no sabes cómo lo estará pasando. Tienes que apoyarla.
- A papá lo tiene amargado, y a mi muchas veces también. Es muy triste ver como se pelean y se separa tu familia, - dijo Lidia tristemente.
La señora la
miró.
- Te
comprendo perfectamente.
- Hace un rato me he sentido fatal, - continuó relatando la niña, - ellos allí insultándose sin importarles que yo lo escuchara.
- ¡Sobre todo mamá! ¡Ella es la peor! Insulta a papá y lo llama inútil, por eso me iré con él, me da igual lo que me digan.
Sin dejarle decir más nada a la mujer, Lidia se levantó y se alejó camino de su casa.
Atardecía ya y aún tenía que hacer los deberes, aunque malditas las ganas que tenía.
Continuará
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