lunes, 24 de junio de 2019

Capítulo 1


- ¡Pero maldita sea Cecilia! ¿Por qué siempre tienes que estar sermoneándome? ¿Crees que soy un inútil o qué?
- No me hagas hablar Guillermo, porque si hablamos de tus inutilidades tengo una larga lista.
Lidia Guzmán, la hija de aquella pareja, contemplaba lamentablemente y como siempre las frecuentes discusiones de sus padres.


- De modo que soy un inútil ¿no es así?
- Con la niña eres muy blando, siempre te lo he dicho.
- Y tú eres un guardia civil, no te digo… Hasta en la cama me das órdenes.


- En la cama…  Cada día lo hacemos menos y al final me dejas… bueno lo que ya te he dicho antes, que eres un completo inútil.


- ¿Es necesario que hablemos de esto y me insultes delante de la niña? – protestó él.
- Prefiero hablar claro delante de ella, a ver si así se le cae la venda de los ojos.
- Mamá, papá, por favor… - suplicó Lidia acercándose a sus padres.


- Será mejor que nos dejes y te pongas a ver la tele cariño, - le dijo Guillermo.
La niña, como ya conocía de antemano aquellas frecuentes discusiones, se alejó sin rechistar. Las peleas de sus padres solían durar un buen rato, pero ésta prometía ser de las peores, y momentos después comprobó que llevaba muy mal camino.


- Mira que tierno eres con la niña, así de malcriada la tienes, y al final me ve a mí como la mala de la película. ¿Te parece bonito?


- Pues sí, porque lo eres ¿sabes? Eres la mala de esta historia, autoritaria, rígida y fría tanto con la niña como sobre todo conmigo.


- Si soy fría contigo es porque ya hace mucho tiempo que no me das lo que necesito y encima me dejas a dos velas. También tengo que estar detrás de ti para todo y eres una inutilidad. Siento decirlo pero es así.


- Lo sientes ¿no? Qué vas a sentir tú, y mucho menos por mí. ¿Por qué no dices de una vez lo que estás pensando, lo que estás deseando hacer?


- Muy bien pues sí, quiero el divorcio Guillermo.
Lidia escuchó aquella frase como una sentencia a muerte. Su corta vida, su hogar, su familia se desgarraba inexorablemente y ya nada volvería a ser como antes.



Sus padres discutían, se insultaban y rompían todo lo que era su mundo sin ni siquiera consultarla, sin tenerla en cuenta a ella, y aunque era pequeña, el dolor por aquella situación, aquel divorcio, mataba algo dentro de ella misma.


Mientras seguía oyendo a sus padres hablar de separación, abogados y cosas que no entendía, pensó que ella también estaba entre las cosas que se tendrían que repartir.


Ninguno de sus padres la vio de ir cabizbaja hacia la puerta de salida. Ellos seguían discutiendo y tratando de ponerse de acuerdo en la mejor manera de poner fin a su matrimonio y su vida juntos.


Lidia abandonó la casa triste, derrotada, sintiéndose impotente. Ella y sus amigas a veces discutían, pero al rato o al día siguiente todo estaba olvidado.


Pero esta vez no, con sus padres no iba a ser igual. Todo se había roto.
Sentada en el banco de un parque cercano, Lidia llamó a Marta, su mejor amiga, y se dispuso a esperarla. Lágrimas de tristeza inundaban sus ojos.



CONTINUARÁ...

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