martes, 13 de octubre de 2020

Capítulo 8

 Terminar de cenar con Abel, regresar a casa y encontrarse con César, fue como descender del cielo al infierno, y en vuelo directo además.

Virginia venía feliz, encantada por haber pasado una velada maravillosa al lado de un hombre encantador, pero su sonrisa, en lugar de suavizar a su pareja, no hizo sino enfurecerlo aún más.


- Vaya, por fin estás aquí. Ya pensé que no vendrías, - le dijo con una cara que hacía presagiar la tormenta.


- Hola César, solo he ido a cenar con un antiguo compañero de instituto, nada más.

El darle aquellas explicaciones la hacía sentir culpable de un delito que no había “cometido”.


- De modo que mientras yo trabajo y te mantengo, tú te dedicas a irte a cenar por ahí y a ponerme los cuernos con un amiguito, ¿no es así?


Virginia  quiso contestarle pero no le dio tiempo.

¡Maldita zorra asquerosa! – le gritó, - ¿quién te crees que eres para salir y hacer lo que te dé la gana, eh?

- César…


- ¿Qué clase de puta fulana tengo yo en mi casa? ¿Me lo quieres decir?


- Para empezar no soy ninguna puta ¿me oyes? – se envalentonó ella, - solo he salido con un antiguo amigo, nada más. La próxima vez que me insultes de esa manera, te juro que saldré por esta puerta y no me verás más el pelo, ¿entendiste?


César la miró con gesto amenazante, una expresión que la atemorizaba más que cuando profería gritos.

- De modo que te permites el lujo de amenazarme, ¿no es así? Vienes de estar con tu fulano y te has venido arriba.


- ¡¡¡Que sea la última vez que quedas con alguien!!! ¿Me has oído? ¿Te crees que puedes hacer lo que te dé la gana? ¡Tú vives aquí conmigo y me debes un respeto!


- Así que como vuelvas a salir por ahí con quien sea y sin pedirme permiso, te juro que te mataré, - le dijo con voz amenazante y siniestra.

Virginia lo miró atemorizada; a estas alturas lo creía muy capaz de hacerle cualquier cosa.


Pero César en lugar de calmarse la miró iracundo, con un odio imposible de ocultar.

- Maldita zorra asquerosa… ¡Eres una puta, una fulana de mierda!


Había pensado hacer lo de siempre y callarse, pero tras escucharlo decirle todos aquellos insultos, Virginia no se pudo contener.

- ¿Y tú quién te crees que eres para tratarme así? ¡Estoy harta de tus malos modos, de tus insultos y tus malos tratos!


- ¡Voy a hacer contigo lo que me dé la puta gana! ¿Me oyes? ¡Tú eres mía, me perteneces!

- De eso nada, no te pertenezco ni a ti ni a nadie, - le contestó.


Entonces, sin previo aviso, César le dio un fuerte guantazo en la cara que casi la desestabiliza.


- ¡Me… me has pegado…! – ella se llevó la mano a la mejilla dolorida.

- Te lo he dicho antes, voy a hacer contigo lo que me dé la puta gana, así que más vale que no te rebeles y me hagas caso.


- Cuando empezamos a vivir juntos… no pensé que llegaríamos a esto César, - lo miró a punto de echarse a llorar, - tú… creo que cuando sientes esa necesidad de agredirme y dominarme, es porque tienes un problema, y además uno muy gordo.


Fue solo terminar de decir aquello, y él volvió a golpearla, pero esta vez le asestó un fuerte puñetazo que la derribó en el suelo.


Virginia tuvo que levantarse sin la ayuda de él, por supuesto. Entonces César la miró serio.

- Espero que esto te convenza de que aquí el que manda soy yo ¿entendido? No volverás a salir sin mi permiso, y mucho menos para quedar con otro hombre.

- César, - dijo ella con un hilo de voz, - no quiero seguir contigo, deseo… terminar.

- ¿Quieres que vuelva a pegarte de nuevo?, - le dijo serio y amenazante,  - porque si no dejas de decir sandeces puedo volver a zurrarte.


Virginia calló y no contestó. No tenía sentido hacerlo. ¿Para qué?

Se encontraba atrapada y no podía liberarse de aquella prisión en la que se encontraba.

Él no la dejaría marchar, y ella nunca encontraría la salida. 



Continuará

1 comentario:

  1. Ya me lo esperaba pero ella sí que tiene salida, contárselo a Abel que es abogado o buscarse un trabajo aunque sea de criada pero prefiero la primera opción.

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