Cristina y Alberto subieron al dormitorio de éste, se desnudaron completamente y, libre ya de trabas se entregaron al amor, vieron por fin cumplidos todos sus sueños de entrega mutua.
Se
prodigaron miles de besos, caricias y confesiones, y cuando Alberto pudo por
fin entrar en ella, se emocionó más allá de las palabras.
Inclinándose
se besaron ansiosos.
- Oh Albert…
me vuelves loca…
- Y tú a mí,
mi amor… - susurró sobre su boca entre beso y beso.
Después
sobrevino el sosiego, la calma, y ella se apoyó en el pecho masculino.
- ¿Estás
bien mi amor? – le preguntó él.
Ella alzó la
cabeza y lo miró.
- Bien es
poco. ¿Cómo se puede ser tan feliz? Jamás había… disfrutado tanto como ahora
contigo.
- ¿De veras?
– Albert de repente pensó que Saria, Tifany y alguna que otra amiga más
estarían enseñándole a Enrique cómo proporcionar placer a una mujer en la cama.
- Sí.
Ella se
inclinó y besó sus labios una y otra vez.
Se había
entregado a él, completamente, no era su marido y por tanto tal vez aquello no
estaba bien, pero estaba siendo inmensamente feliz, y no pensaba arrepentirse
por ello.
- Cris,
estoy… loco por ti, ¿lo sabes? – dijo mirándola con sus cautivadores ojos
verdes, - no quiero perderte, no quiero sufrir…
- Y no lo
harás mi vida. ¿No sabes que soy tuya?, ¿que… eres el dueño de mi corazón y de
mis sentimientos?
- Cielo mío,
mi princesa, mi amor soñado…
- Albert,
pase lo que pase, jamás te dejaré, siempre seré tuya, solo tuya y… para
siempre. Te adoro.
- Y yo a ti,
siempre…
Durmieron
íntimamente abrazados, sintiendo cómo el cuerpo del otro se adaptaba al propio.
- Buenos
días mi vida, - la saludó él en cuanto la notó removerse por la mañana.
- Buenas…
- ¿Tienes
que ir a trabajar?
- Si claro.
Ambos se
levantaron y se besaron.
- ¿Has
dormido bien? – quiso saber él.
-
Maravillosamente.
Cuando llegó
a la cocina se encontró con que Alberto ya estaba allí.
- Oh, vaya,
¿estás preparando tú el desayuno?
- Claro
cielo.
- Es que no
estoy acostumbrada a que me lo hagan.
- Ya me lo
dijiste, que Enrique considera que ya trabaja demasiado en el restaurante y no
puede tener un solo detalle contigo, - dijo sin poder evitar ser irónico y
mordaz.
Ella rió.
- ¿Y qué
estás preparando?
- Tortitas,
espero que te gusten.
- Claro, me
encantan.
- Hay miel,
nata y chocolate para echarte con ellas, lo que quieras.
- La nata y
el chocolate para desayunar me parecen demasiado. Prefiero la miel.
- Yo
también, - estuvo él de acuerdo.
Momentos
después disfrutaban de las tortitas mientras charlaban de sus cosas.
Alberto
creía estar soñando, ya que por fin estaba viviendo como siempre soñó:
compartir la vida con la mujer amada, no yendo de flor en flor como antes. De
todas formas tenía que preguntarle a ella cuales eran sus planes. No quería
ilusionarse demasiado antes de tiempo.
- Bueno, yo
hoy tengo un juicio. Tú vas a dar tus clases ¿no?
- Sí, y
luego me compraré algo en una tienda que hay cerca, así me cambio de ropa.
- No quieres
ir a tu casa ¿verdad? – preguntó ilusionado.
- Ni de
coña, - sonrió.
Alberto la
abrazó fuertemente estrechándola contra él.
- Oh Cris,
tenía mucho miedo de que volvieras a irte, de quedarme sin ti, aquí, solo…
- No Albert.
Sé que tendré que hablar con Enrique, pero ahora no me apetece en absoluto.
Solo quiero estar contigo mi amor.
- Y yo
contigo. Hasta luego cielo.
Ambos se
despidieron y se fueron a sus respectivos trabajos.
Continuará
Qué capítulo más bonito pero imagino que algo pasará aunque no sé todavía el qué. El caso es que habrá complicaciones pues si no, la historia terminaría ya. Qué ganas tengo de que Cristina se encuentre con Enrique a ver qué pasa.
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