miércoles, 29 de julio de 2015

Capítulo 16

Tras irse Cristina justo después de morirse su padre, la soledad y la tristeza mas absolutas parecieron gravitar sobre el.

Se había quedado solo en aquella casa llena de recuerdos de su progenitor,  pensó mirando el sofá en el que tantas veces se había sentado a ver la tele o la mecedora que tanto había usado.


Miró con añoranza el sitio donde se sentaban los dos a desayunar todas las mañanas o a comer.
Nadie le prepararía ahora el desayuno, ni lo esperaría en casa al volver del trabajo, ni tendría a nadie a quien comentarle las noticias del periódico. Ya no podría consultar sus cosas con el ni con nadie al volver a casa.


Entonces decidió que, si ya era duro encarar la vida sin su padre, mas duro lo sería viviendo en una casa que estaba repleta de recuerdos de el. De modo que tomó la decisión de venderla y mudarse a otro sitio.


Poco tiempo después se mudaba a un chalet adosado. No era muy grande en realidad, pero para el solo le bastaba y le sobraba. Un nuevo cambio de aires le vendría bien.


Roberto abrió la nevera para coger las cosas y preparar la cena. Había comprado todo lo necesario.


Lo que pasa es que el recordaba continuamente a su padre haciendo aquello mismo, y el pensar que ya no volvería a verlo de ninguna manera a no ser que fuera en foto, hacía que muriera un poco.


Y luego tener que comer solo se le hacía muy cuesta arriba. Sin su padre se sentía perdido. El le dijo que no estaría solo, pero se había equivocado. Hasta Cristina salió de su casa y de su vida nada mas enterrar a su padre.


Antes de acostarse la primera noche, miró las fotos que había traído consigo y había colocado en su cuarto: la foto de sus padres, un cuadro con fotos de el solo, y otra de ellos dos juntos en un festival de primavera.
Aquella noche la cama se le antojó demasiado grande para el solo.


Varios días después, al volver del trabajo, se dirigía a su casa cuando, antes de subir los escalones del porche, se quedó de piedra.


- Hola Roberto, - le dijo Inés, - por favor, no vayas a salir huyendo, no voy a hacerte nada.


Roberto la miró con una sonrisa de compromiso que en realidad solo era una mueca. Por dentro trataba de calmar los latidos de su acelerado corazón y tragar el nudo que se le había hecho en la garganta.
- Esto... hola Inés.


- En primer lugar quería pedirte perdón por el susto que te hice pasar aquel día en el campo, pero es algo que no pude evitar. Soy una mujer loba y cuando sale la luna no puedo evitar ni controlar mi transformación.


- Me parece mentira que me estés diciendo eso en serio; si no te hubiera visto aquella noche, ahora no te creería.
- Pero es verdad. Hace años fui de camping con mi familia y por la noche nos atacó una manada de hombres lobo. Desde entonces... soy así.


- Bueno, ¿y como me has encontrado? - quiso saber Roberto.
- Tengo olfato de sabueso, ¿no lo sabías? He seguido tu pista, - sonrió como si aquello fuera lo mas normal del mundo.


- Bien, ¿no vas a decirme nada Roberto? - preguntó ella al verlo tan callado.


- ¿Que quieres que te diga Inés? Me diste un susto de muerte, y tuve pesadillas durante días.


- Pero eso si, no pienso volver a verte así, me niego a pasar por lo mismo.
Mientras Roberto terminaba de hablar, una figura conocida se acercaba al solar, justo a la casa adosada que colindaba con la suya.


Cristina los miró fijamente y logró controlar su sorpresa al verlos.


Pero Roberto no se controló tanto; se volvió hacia ella y la miró sorprendido porque jamás se hubiera esperado verla allí. Inés también se volvió y la miró.


- Así que esa es la chica que te interesa ¿no? Lo digo por la cara que se te ha quedado, - dijo Inés pensativa.
- Pues... si, es ella.
- ¿Y no estaba con tu padre?
- Mi padre falleció hace poco Inés, por eso me mudé.


- Bueno, por lo que veo deduzco que no hay nada entre ella y tu, lo cual me deja el campo libre.
- ¿El campo libre para qué?
- Roberto, cuando te encontré aquel día en el campo me gustaste, y entonces decidí que tu serías mío. Las lobas tenemos que encontrar a nuestro macho, y yo quiero que tu seas el mío, ¿comprendes?


- Eh eh, no tan de prisa guapa. El hecho de que no esté con ella no significa que vaya a irme contigo Inés.


- Tu solo eres una chica muy amable que encontré en el campo y compartimos unas horas, un picnic, unas nubes chamuscadas... pero nada mas, ¿entiendes?


- Ni siquiera somos amigos, somos conocidos nada mas.


- Entonces sigues pensando en esa chica y por eso me rechazas ¿verdad? - la expresión de ella había cambiado totalmente, tanto, que Roberto comenzó a alarmarse.
- Sigo pensando en ella Inés, - dijo el con sinceridad, -estoy enamorado, pero ese no es el motivo por el que te rechazo.
- ¿Y cual es si puede saberse?
- Tu...  no me interesas, no siento nada por ti. Lo siento.


Entonces Inés lo miró con gesto hosco y enfadado. El jamás la había visto así.
- Este rechazo tuyo no se me va a olvidar nunca Roberto, tenlo por seguro. Te prometo que me las pagarás.


Continuará

La Torre